22 agosto, 2008

Limón y azúcar a partes iguales


Hace un par de noches que pasamos con unos amigos por una sala de cine de mi ciudad para ver una película (cuál fué no viene ahora a cuento). Alguno venía con un hambre de perros, por lo que nos vimos obligados a pasar por la tienda del cine antes de pasar por la taquilla (quien puede resistirse a unas palomitas). El encargado del local que nos atendió no se diferenciaba mucho de otros dependientes que yo haya visto en mi corta vida. Vestía una camiseta negra y unos vaqueros holgados y con una cara que, como he podido comprobar, es de esas que se olvida pronto.

Yo, ingenuo que soy, pedí una de palomitas medianas (me arrepentiría más adelante de ello) mientras el resto hacían lo propio con sus pedidos. Hasta aquí todo dentro de lo normal, lo previsto y lo esperable. En la mayoría de los casos cuando uno paga el tendero le dedica un "muchas gracias" o un "vuelva pronto" con voz cansada y estandarizado. Casi entra dentro del cánon de lo que debería ser un dependiente de tienda de palomitas.

- Gracias - dijo con una sonrisa, casi risa, en la cara - venga, a pasarlo bien y a ser felices.

Puede sonar algo estúpido o exagerado, pero a mi me chocó oír esas palabras en boca de aquel hombre. Pocas cosas me hacen pensar en el momento en el que ocurren y esta fué una de ellas (podéis hacer chistes sobre esto si queréis, no me importa). Durante mi vida sólo 3 personas me han deseado expresamente que fuese feliz: mi madre, mi mejor amigo y el tendero de la tienda del cine. No hay por qué decir que aquél tipo me cayó bien desde un primer momento.

Por experiencia personal (que no es mucha) sé que decir a alguien que sea feliz no es cosa de estándares ni algo habitual. No hay una frase hecha que exprese ese sentimiento y ese deseo. Las veces que lo he dicho (directa e indirectamente) he tenido que pararme un momento a buscar dentro de mí las palabras adecuadas. Tal vez en busca de la felicidad que uno pueda aún guardar en su interior o tal vez en busca del deseo sincero de esperar todo lo bueno para aquella persona en concreto. Entonces, cuando lo dices, notas que ese mensaje no va sólo dirigido a esa persona, sino que es un recordatorio para tí y para el resto de que, si se quiere, se es feliz.

- ¡Gracias! - dije yo con una sonrisa bailando en mis labios que me acompañó todo el camino hasta la sala.

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