26 febrero, 2009

Espresso de las 4 en la estación


Todos sabemos de alguien que, en algún momento de nuestra vida, acabó por salir de ella de manera más o menos traumática. Un ligero adiós o una emotiva despedida separó nuestro camino del de esa persona. Puede que incluso no pudiéramos despediros siquiera y nos duela aquella última falta de cariño. Puede también que aquella última despedida fuese gratificante para ambas partes, pues los dos estábamos mejor el uno sin el otro.

Todos sabemos de alguien que se ha ido. Cruzar una frontera, mudarse a un barrio nuevo, vivir a dos manzanas pero no cruzar palabra porque sabes que vuestras vidas se distanciaron definitivamente, morir para alguien, morir para el mundo o simplemente morir. Y aunque quisiera negarlo diciendo que no es cierto, que es posible que no sea así, me veo en la obligación de afirmarlo: por mucho que lo jures, prometas y perjures, nunca podremos decir “siempre estaré ahí”. La vida nos guarda muchas sorpresas, algunas agradables y otras no tanto, y, como sorpresas que son, nunca podremos estar del todo seguros de qué ficha se moverá a continuación.

En mi vida hay muy pocos “adioses” pero muchas despedidas. En mi colección de huidas y soledades ha habido de todo: desde emotivos viajes sin retorno, hasta alguna despedida silenciosa, pasando por abandonos intencionados y esperas interminables. Mucha gente ha pasado por mi vida, la mayoría haciendo más bien que mal, y muchos han acabados en el fondo del pozo de mi olvido. He tenido que despedir y he sido despedido, sobre todo esto último.

Las despedidas nunca han sido tan dolorosas como ahora. Será tal vez que me he reblandecido con los años o que la gente me cala cada vez más hondo, pero no puedo reprimir de vez en cuando una lágrima pensando en aquellos que una vez estuvieron allí y ya no están conmigo.

Sé de buena fe que es inevitable que yo también acabe despidiéndome y saliendo de la vida de unos cuantos. Pasará el tiempo y con él las cosas volverán a cambiar como siempre lo han hecho. Me tocara decir adiós un par de veces y me dirigirán también algún hasta siempre. No es mi deseo, pero así son las cosas.

Y no seguiré escribiendo más en este sentido. Si bien el futuro no debe preocuparme, sí que debe ocuparme. Una vez sea el momento podré poner manos a la obra. Por ahora, con vuestro permiso, me limitaré a agradecer de todo corazón a los que ahora formáis parte de mi vida. Procuraré aprovechar vuestra compañía todo lo que me sea posible.

Gracias por estar ahí.

23 febrero, 2009

Bitte wenden Sie sich bitte Feuerzangenbowle


A veces uno tiene ganas de que el tiempo detuviese su andar. No pido que dé marcha atrás, sino que se detenga en su carrera y no me obligue una vez más a cambiar aquello que tengo, a jugármelo en la ruleta de la vida y el azar.

Lo llevo grabado ya en el corazón y espero no olvidarlo mientras dure: estoy viviendo lo que recordaré tal vez durante toda mi existencia como los mejores años de mi vida. La ironía (ese humor inglés que tiene el destino) ha hecho que paradógicamente sean estos unos años revueltos y llenos de sinsabores. Supongo que nada es como lo pintan, menos aún la felicidad color de rosa.

La vuelta a la rutina ha dejado en mí un cierto sabor amargo. Tal vez sea el sentimiento lógico ante la vuelta a las aulas, tal vez no, no estoy muy seguro. Estoy inquieto y no puedo tenerme sobre la silla. Poco a poco he ido aprendiendo que para estas cosas hace falta tiempo, dejar reposar la cabeza, pensar con cierta frialdad sobre el asunto y hablarlo con los demás. Cuerpo, alma y mente van cada uno por su lado y no podré jugar mis cartas hasta que no consiga ese equilibrio personal (que trascendente me pongo a veces, hay que ver) que me ayude a cavilar. Si pensaba que tomando aquella decisión estaba todo dicho me equivocaba de cabo a rabo.

¿Os he dicho alguna vez que me siento muy afortunado (ojo al dato) siendo quien soy? Y no lo digo por ser yo una persona ejemplar (ya me gustaría a mí) sino por el momento y el lugar que me ha tocado vivir, por la gente que he podido conocer y querer hasta donde me han dado las fuerzas, las cosas que he podido aprender y las esperanzas que he podido cultivar sobre lo que el futuro me depara. He perdido el miedo al futuro (el miedo y el respeto) y espero no volver a encontrarlo. Y aunque aún no del todo, he podido sustituir, parte a parte, este rancio corazón por uno de bronce y ébano con motor propio. Un corazón a vapor con la fuerza suficiente como para mover a este pequeño cuerpo y a otros mil más.

Lo dicho, tiempo al tiempo.

18 febrero, 2009

El whisky sour se sirve frío


P: ¿Seguro que no quieres que salga yo y arregle el asunto con un par de cosas bien dichas?

J: No, que cuando empiezas no paras. Me gustaría decir esto de manera que no hiriese.

P: Menudo maric...

J: ¡Adentro!, que te pones insoportable.


No conozco todos los detalles y tampoco me interesaría saberlos, pero si hay algo que me revienta es precisamente que no jueguen con mis reglas, que hagan trampas y quedar yo como un idiota. A veces ocurre y supongo que no tendría que extrañarme que sucediese alguna que otra vez. No suelo cortarme mucho a la hora de escribir. Si hace falta despotrico e insulto hasta quedarme a gusto y no tengo reparos en hacerlo aquí.

Seguramente muchos me diréis que era lógico que ocurriese, que publicar cosas públicamente tiene sus riesgos y que esta vez me la jugaba de verdad. ¿Sabéis cuando digo que así conocerme tiende a perder su magia? pues esta vez es tanto y más.

Supongo que estoy siendo poco claro... por decirlo de una manera suave hay quienes escuchan a hurtadillas mis conversaciones y luego vuelven mis palabras (esas palabras dichas de tú a tú) contra mí.

Y pensé en tomar medidas, algunas más o menos radicales, pero acabé por entender que de nada valía desfogarme de esa forma. El mal estaba hecho y había sido revelado (no sé si inocentemente). No había más que discutir.

Un golpe bajo. Eso es lo que ha sido. Y yo seguiré aquí, escribiendo como siempre. Y vosotros ahí, leyéndome cada tanto. No quiero cambiar nada. Me gusta esto como es (no diré que me gustaría tener más seguidores, cosa que se sobreentiende) y procuraré no tocar nada.

Y esto, amigos, es lo que se llama un post trampa. Diseñado por un servidor con el único objetivo de tocar la moral. El truco es simple: si habéis leído esto (y sabéis a qué me refiero) tendréis que guardároslo, no podréis decírmelo sin delataros. Habéis vuelto a caer. Si por el contrario no lo habéis leído, podré quedarme tranquilo. Significará que después de aquello no habéis seguido indagando.

¿Cómo se os queda el cuerpo?

P: Te digo una cosa... ni yo soy tan retorcido...

J: Lo sé...

14 febrero, 2009

Gatorade y a correr


Siempre suelo encontrar una frase graciosa o un detalle ingenioso con el que empezar a escribir mis entradas. Tal vez esta no sea la ocasión (dicho así en mi caso a esto se le llama escribir a ciegas) pero he dado mi palabra de venir a contároslo una vez o tuviese más claro. No me ha costado mucho tiempo, ya veis, pero ha sido suficiente como para trastocar los planes de más de uno.

Escalones, puertas y ventanas. Entre tanto paso y abertura había olvidado hacia dónde me dirigía. ¿Dónde voy? Darme cuenta de ésto resultó ser la clave para encontrar mi puerta. Casi ni me acordaba de ella. No la veía desde hacía dos años y ahora se encontraba entreabierta y escondida bajo los trozos de otras puertas que destrocé a mi paso. La primera vez que llegué a aquellas alturas la tuve por una opción válida entre otras muchas, aunque me daba miedo elegir. Otras puertas brillaban más y parecían más anchas y carreteras que ésta última.

Dos años después, con la cabeza gacha y pinchándome las manos con las astillas, dejo el paso libre y transitable a esta puerta. Y aunque aún no la cruzaré (esperaré un tiempo antes de hacerlo) la dejo abierta de par en par. Aún debo cerrar todas aquellas puertas que he dejado atrás antes de continuar. No quiero que se forme corriente y se cierre o abra una que no quiero tocar.

Seré tal vez un poco lento al tomar decisiones como ésta, pero me gusta dejar las cosas claras y firmes en su sitio (no quiero que esto vuelva a repetirse). Nunca más decir "No" por cobardía. Otra página de mi vida felizmente pasada.



P.D.: Hoy es 14 de febrero... seguro que creíais que hablaría nuevamente de Ella. ¡Ja! ;P

09 febrero, 2009

¡Ron, ron, ron, la botella de ron!


En mi eterna búsqueda de la felicidad hago un pequeño descanso para escribir. A ver si más adelante, cuando las cosas estén más claras, cuando logre por fin abrirme y hablar de esto con alguien, pueda contaros que rumbo toman las velas de mi nave.

Quisiera decir que todo ha acabado, que el tema ya no me afecta, que mis días han vuelto a la normalidad y que he superado mi problema, pero no quiero mentir. Ella sigue ahí. Ella sigue paseándose por ahí. Y yo sigo aquí. Sigo paseándome y haciendo el idiota por aquí.

¿Y bien, alguna novedad? Ojalá. Mi barco sigue sin rumbo fijo a merced de Sus Vientos. Otra historia interminable. Dos años de historia interminable. Una historia donde no ocurre nada y que a la vez absorbe el 50% de mis días (el 99%, no nos engañemos).

Sólo una cosa cambia en esta historia: el final. No existen las historias interminables. Sé que puede sonar duro, mal sonante y desesperanzador, pero aceptar las cosas tal y como son nos libera. Las páginas de esta historia van pasando poco a poco, acercándose cada vez más a ese punto y final. Un capítulo de mi vida que guardaré con celo y añoranza, pero que no volverá a marcar el guión de mis pasos. Quedará bonito en la repisa de mi habitación.

Mi búsqueda de Ella llega a su fin y Ella vendrá a sustituírla. Una princesa de un reino lejano vestida de azul, que no tenga miedo a mojarse lo pies y a probar el sabor del mar. Soy un marino que espera pronto un amor de puerto, aunque sin saber muy bien en cuál acabará por atar amarras. Mientras tanto este marino adecentará su barco. Hay tiempo. Una princesa no puede montar sino en un galeón real, adornado y limpio. Un barco cochambroso como éste necesita un par de manos de pintura y alguna que otra reforma interior importante.

Contrataré una orquesta, un banquete y una luna llena para recibirla.

05 febrero, 2009

Catador de renombre


Ha pasado tiempo desde la última vez que pensé seriamente en ello. Quizás un año, no mucho más.

Estos últimos meses he hecho lo que nunca en mi vida. Intentarlo. Los pasos, a veces vacilantes, me han llevado según creo por la senda que escogí. He puesto más de cinco sentidos en ello y, aunque a veces he cometido errores, puedo decir con total seguridad y convicción: hoy soy más feliz que hace un año.

He apostado todo lo que tengo a una sola carta. Si la suerte me sonríe ganaré un cielo en la tierra. En el caso contrario podré decir que al menos lo intenté. De una u otra forma acabaré ganando, pero depende de mí no retirar la apuesta antes de tiempo.

Hoy me toca dar un paso más. Si bien hasta ahora he intentado mejorar poco a poco en cuanto a los demás se refiere, hoy toca pensar en mí y en mi futuro. Si el estar bien con los demás es algo necesario si se quiere ser feliz, el estar bien con uno mismo es importante en la misma medida. No se puede predicar con el ejemplo si no hay ejemplo al que agarrarse. Y esto es precisamente lo que me trae de cabeza estos días: ¿qué pienso hacer con mi vida?

No me arriesgaré a decir nada en este momento, pues las ideas son vagas y poco concretas, pero lo que sí sé es que la puerta que abrí hace un año no me atrae en absoluto. Si me es posible cerraré esta por abrir otra. Y aquí estoy, con el catálogo en las manos, dudando, pensando, intentando encontrarme a mí mismo y reconocerme entre tanta gente.

Y aunque odio los cambios es ahora cuando se me pregunta: ¿quieres ser feliz?

01 febrero, 2009

Mala leche


Miedo me da venir así a escribir. Con una mala leche que no me aguanto ni yo. Furia autodestructiva. Despotricando contra todo. "Un día de esos" o más bien una mañana, porque presumiblemente estas cosas se pasan pronto. Mira que nunca tengo un mal despertar, pero cuando me duermo de mala baba me levanto de la misma guisa.

Muy bien, hablado esto ya con la almohada (hablado a mordiscos), creo que ya puedo poner las cosas claras una vez más. Seguramente mi propio ego (o mi sentido de la supervivencia) me impida escribir de manera clara, evitando así que los demás acaben por pillar mis indirectas. No, ni aún con un mechón de pelo arrancado en las manos suelto prenda (el que tenga ojos que vea).

Me parece triste, si, triste, mi situación actual. La verdad es que pocas veces me dejo llevar por ella mostrando de verdad el alcance de la misma, pero en algún momento esto tendrá que cambiar. Supongo que será por la edad. Para algunos cumplir los 21 significa alcanzar la madurez (y no estoy yo tan seguro). Problemas en casa, en la uni, con los amigos y conmigo mismo. No está esto ordenado en función de la gravedad, pero se acerca.

A veces me embriaga esa sensación e libertad y me dan ganas de romper con todo, de huir. Mi casa ha llegado a no ser ya mi hogar. La uni es la protagonista de una relación agridulce. Mis amigos... son un sol, con ellos no tengo problemas, sino que más bien soy yo el problema. Demasiado ojo crítico vuelto hacia mi ombligo. Frustración y ganas de matar a alguien (o por lo menos de romper una puerta a puñetazos).

Un día de estos prometo dejar esas maneras crípticas y hablar con franqueza. Hasta entonces esperaré a que las teclas de mi ordendor se enfríen un poco.