29 diciembre, 2008

Boca limpia con Listerine


Por lo general no suelo llevarme mal con nadie. La palabra odio no entra entre mis habituales y espero no tener que usarla nunca aplicada a mí, ni ahora ni nunca. Y pese a todo no puedo decir que me lleve de maravilla con todo el mundo. Por lo menos no con él.

Hay una persona en particular, de quien no daré más señas que las necesarias, que produce en mí cierto malestar con tan sólo su remota presencia. Más bien diría que noto su presencia en cuanto él está ahí. Tal vez no sea una mala persona (no me oiréis decir lo contrario tampoco, pues no pienso ceder ni un ápice), pero por mucho que me esfuerce nada bueno puedo sacar a relucir de él. Intentaré limitarme a no insultar, aunque cueste y me sea extremadamente sencillo en esta ocasión.

Él es la única persona en este mundo de la que me siento realmente decepcionado, con todo lo que esto conlleva. Si no equivoco el término, repulsa sería el sentimiento que más se acerca a lo que genera su visión en mi persona. Una sensación de asco general que me hace ponerme a la defensiva (y muchas veces con razón) a cada palabra que sale de su boca. Es un niño viejo, un hombre pequeño. Demasiado grande como para bajar a mi nivel, demasiado pequeño como para subir ese escalón del que ha caído. Deprimente.

No son sus constantes quejas, ni su carácter agrio y explosivo, ni su falta de fortaleza y confianza en sí mismo sino la visión de cómo era antes lo que más me descompone el cuerpo. Ver a un hombre degenerar de esa manera me remueve las entrañas. La primera vez fue de compasión. La segunda de impotencia. Las siguientes de rabia iracunda. Una vez fue un hombre, El Hombre, y ahora no es sino la sombra de lo que llegó a ser.

Por encima de esto hay algo que aún me aterra más. Algo que me hace mirar de su corazón al mío. Que me hace temblar cuando conecto de algún modo. Que yo, siendo como soy, acabe siendo como él un día de estos.

Si aún queda algo de fuerza en estos brazos juro que nunca (y digo nunca) caeré hasta esos niveles. Si he de parecerme a alguien que no sea a este nefasto ejemplo.

¡Un saludo!

25 diciembre, 2008

¡Champán y sidra, que es Navidad!


Hasta hace tres segundos nunca me había fijado en el inmenso poder de una espontánea sonrisa o de una palabra agradable en boca del otro. En estas fiestas, como no, abundan las felicitaciones y los abrazos, tanto sinceros como forzados. La tristeza está prohibida por ley en el día de Navidad.

Y digo inmenso poder refiriéndome más bien a la capacidad de influir que tiene la Alegría frente a la Tristeza. Como suele decirse la alegría es contagiosa. La tristeza no. El alegre alegra al de al lado, pero el triste, por muy triste que esté, no acabará entristeciendo a los demás. Es como si hablásemos de un vaso lleno y otro vacío: el lleno rellena el vacío, pero a menos de que el lleno tenga un agujero (sus propios motivos para estar triste, vacío, hueco) ambos acabarán llenos.

Tal vez no sea una alegría verdadera, tal vez no sea un paso más en el camino de la felicidad, pero el que te borren el ceño fruncido, el que te hagan elevar las comisuras de los labios y brillar los ojos con clara inocencia es algo que se agradece desde el fondo del corazón. Espero que vosotros en vuestro propio lugar seáis capaces de arrancar risas y sonrisas y de elevar la fría temperatura de estos meses de invierno con un cálido abrazo. Espero que os arranquen también carcajadas de alegría y, por qué no, alguna lágrima cariñosa.

¡Un saludo y feliz Navidad!

14 diciembre, 2008

La lágrima que colmó el vaso


Me gustaría hacer esto un poco más impersonal, que los demás pudiesen leer estas palabras sin sentir que han salido de mí, sino que abarcan una realidad más grande que la experiencia personal de un servidor. Pero la cosa es como es. Quisiera que esto acabase de una vez, da igual la manera, pero cada día siento un abotargamiento mayor en mis músculos. La tensión aumenta cada día y las pulsaciones también. Ojalá nunca la hubiera conocido.

Iba a haceros la típica pregunta: que si alguna vez habíais sentido algo así, que si habíais pasado por lo mismo y esas cosas, pero odio los tópicos. Sé que muchos ya habéis pasado por experiencias similares, seguramente de mayor evergadura. La gente suele ir un paso por delante de mí en todo lo que viene a ser experiencia de vida. Esto no lo he oído de la boca de nadie, sino que yo mismo me doy cuenta de lo inocente que puedo llegar a ser a veces. Tal vez, de cuando en cuando, acierte a dar un paso adelante (¡mira tú nuestro niño como crece!), pero más bien habrá sido por la suerte del principiante que por madurez. Espero llegar a reírme de esto algún día, pues ahora no me hace ni ... gracia.

Pero es que se me parten las entrañas y se me conmueve el alma. Queriéndola y dejándola de querer. Luchando contra mí mismo una y otra vez. Esperando no mandar todo al trasto con un estúpido "te quiero" o con una sonrisa de complicidad. Los 5 sentidos puestos en Ella y otros 5 peleando por huir. Quiero que esto acabe de una vez.

Mis manos me dicen que no siga escribiendo, temblando convulsas a causa de la lucha interior. Mis mejillas sonrojadas y el pulso por las nubes (patético). La música a tope no hace sino agravar el asunto. ¿Por que no me lo pone fácil y se larga a un país lejano? ¿No ve el daño que me hace? ¿Acaso no veo el daño que me inflijo? Claro que ninguno de los dos lo ve. Una apenas se acuerda de mi nombre y uno es demasiado cobarde como para dar el paso. El paso atrás.

Quisiera que esto acabase y que se acabaran estas absurdas entradas (pepsi, coca-cola ¡¿que más da?!). Sólo una cosa pido: cesar con esto ¿tan difícil es? No quiero más caras de comprensión ni palabras de ánimo, quiero verdades. Verdades crudas y sangrantes. Y es que tenéis poco tiempo antes de que reviente. 10... 9... 8...

¡Un saludo!

09 diciembre, 2008

Burbujas de soda


Reflexiones a las 12:30 de la mañana en la biblioteca de la universidad. Me he hecho con un hueco en este sitio, donde no hay horario que valga. Y me pongo a reflexionar, cosa que no suelo hacer a golpe de voluntad sino por necesidad vital. Reflexionar... pero ¿de qué? Cosas han pasado, tal vez no por mi fuero interno, pero si muy cerca. Una semana de lo más singular, sin duda. Para algunos más que para otros.

Reflexiones a las 12:34 de la mañana en la biblioteca de la universidad. La cabeza me da vueltas, tal vez porque se aburre de no hacer nada. A veces las palabras salen a regañadientes y los dedos dudan sobre las teclas. Reflexionar... pero ¿de qué? Me miro y no me gusta lo que veo. Veo un cuerpo inerte y un corazón demasiado débil como para impulsarlo. Pusilánime es la palabra. Nada lo mueve más allá de la rutina. Me falta algo y no se qué es. Un hueco gris entre las paredes de piedra de mi alma.

Resulta irónico (tal vez gracioso) observar como mi ánimo sube y baja con tanta facilidad como el viento. Una semana puedo estar comiéndome el mundo como a la siguiente deseando que sea la Tierra quien me trague. La constancia no es lo que me caracteriza, ya veis. A veces poner estas cosas por escrito terminan por cambiarme el ánimo. A veces conforme escribo la cara se me ilumina. A veces las letras me arrancan una sonrisa. Pero a veces no. A veces las nubes se arremolinan cuando escribo. A veces los muros de la sala se angostan asfixiándome. Hoy no sabría que decir. La cosa no ha cambiado mucho. El contador sigue a cero. A veces, cabe añadir, escribir no cumple las reglas establecidas, sorprendiendo al escritor. Siendo sincero esta vez esperaba encontrar luces o sombras.

Reflexiones a las 12:47 de la mañana en la biblioteca de la universidad. Reviso un par de veces lo escrito y observo el poco sentido que he puesto en mis palabras. En ocasiones uno escribe por impulso, por algo que tan siquiera pasa por la cabeza, sino por la columna vertebral. Escritura automática bajo el influjo de la música. Reflexionar... pero ¿de que? Quisiera pensar que algo de utilidad podéis encontrar entre estas líneas, pero me temo que si lo hacéis sólo sea por vuestra interpretación personal. El poco sentido de este texto se encuentra leyendo entre líneas y por desgracia no hay mucho espacio entre ellas.

¡Un saludo!

04 diciembre, 2008

Agua de manantial


El cuerpo resentido y la cabeza del revés. No parece ser un buen panorama desde el que escribir una nueva entrada. Son unas semanas críticas (en todos los sentidos) que se hacen cuesta arriba, pero habrá que echarle ganas. No merece la pena dejarse abatir ahora.

Hace poco recuperé algo que echaba en falta desde hacía un tiempo (un tiempo largo). Mis Sueños. Muchos me miran con cara rara cuando les hablo de los Sueños, los con mayúscula, otros más bien con esa mirada de "no pierdas el tiempo, cuando creces los Sueños se pierden y maduras". Viejos de corazón, eso es lo que son.

Uno por lo general tiende a tener una idea de los Sueños diferente de la del resto. Unos pueden llamarlos Proyectos, otros Ideales, otros Destino... yo en cambio les llamo por su nombre. Los Sueños (aquellos que se tienen con los ojos bien abiertos) son todas y cada una de esas definiciones a la vez. Tal vez sea yo un Sueño en potencia de realizarse algún día. Los Sueños son aquellas visiones de futuro (de un futuro feliz) que nos impulsan a seguir con fuerza infatigable. Quien no sea capaz de dar su vida por un Sueño, por pequeño que sea, capaz de consumirse y dar un brazo, un ojo y el corazón por él, no tiene derecho a ser llamado ser humano. No vale para ello.

¿Que cuáles son mis sueños? Bueno, no son gran cosa. Muchos de ellos son girones que apenas alcanzo a comprender. Una llamada a algo grande (tal vez demasiado grande como para verlo con claridad con estos ojos de niño). El ansia de eternidad, de perdurar, que empuja a todos los que queremos algún día aprender a escribir es uno de ellos, por ejemplo. Ver mi nombre impreso en negro sobre las páginas de un libro de lengua superaría con creces mis objetivos. Por qué no decirlo también, tener hijos... y cuantos más mejor. El instinto paternal, ya véis. Y no creáis que son estos mis únicos Sueños. Tengo unos cuantos en el almacén del alma. Esos me los reservo para cuando sea la hora y la persona adecuadas.

¿Vosotros tenéis algún sueño? Seguro que sí. No hace falta que los digáis. Con que los tengáis claros en la cabeza y firmes en el corazón me parece suficiente. Junto con vuestra Libertad y vuestra Dignidad los Sueños son de las pocas cosas que nunca podrán quitaros si aguantáis los envites de la vida. No los dejéis caer sin luchar. Yo no lo haré.

¡Un saludo!

27 noviembre, 2008

Dame lo más fuerte que tengas, y que sea doble


Vale, vamos a ver que tal sale esto... ¡Maldita sea! ¿por qué tienen que ser tan complicados estos teclados?

Bueno, probando, probando... ¿se me escucha? Bien.

Vale, ¡ejem!, aprovecho que Javier está ausente ahora mismo para hablar con vosotros. Supongo que este piltrafas ya os habrá hablado de mí. Que si su lado oscuro, que si tal, que si cual. Ni p... caso a este chaval. No sabe donde tiene puesta la cabeza, y menos aún el corazón.

En serio, tendríais que probar algún día a meteros en su cabeza. No sabéis lo divertido que puede llegar a ser jugar con un tipejo como este. Si queréis haceros una idea imaginaros una habitación llena de muebles y decoración elegante y algo anticuada. Ahora revolved y romped a placer y dejad todo como caiga. ¿Pilláis la imagen? Malo sea que no. Lo que sé de vosotros es lo que le he "oído" pensar al pobre desgraciado y suele teneros en un pedestal.

Bueno, a lo que iba, que me voy por las ramas y la cosa se me va de las manos. Puede que sea una más de las idas de olla de Javier (¿le llamáis así de normal? es que se me hace raro no llamarlo con un insulto XD), pero tengo mi lugar hecho en su cabeza y nadie, repito, NADIE me lo va a quitar. Se de buena mano (bueno, de la única mano con la que hasta ahora he podido contar) que algunos de vosotros queréis acabar conmigo. No juguéis con fuego. Sé mover hilos aquí dentro que no os gustaría que tocase. Quedáis advertidos. Y deberíais estar agradecidos, de normal no suelo avisar cuando voy a dar el golpe, pero con vosotros voy a hacer una excepción. Sólo una.

Además, no creáis que no os escucho cuando pronunciáis mi nombre. De las pocas cosas que puedo sentir del mundo real es mi nombre en boca de otros. Cada vez que lo decís lo oigo más claro. Tal vez queréis que salga, tal vez sea una broma inocente. Ya veremos. Suerte que el subnormal de Javier haya incluído mi nombre en todas cada una de las páginas a las que se registra, pues tengo libertad absoluta para navegar por la red cuando mi "jefe" no me quiere sacar a pasear. A lo mejor me paso por vuestros blogs algún día. Quien sabe...

- Parpadee, ¿qué haces?

- Bueno, este tío se ha dado cuenta. Me marcho... ¡Un saludo! (¡Dios, se me ha pegado hasta la firma! XD)

25 noviembre, 2008

Infusión de frutas del bosque


Objetivamente no tengo nada de que escribir en esta mañana de otoño. Las primeras nieves han cuajado en los montes que rodean mi casa y el frío conmueve hasta las piedras de camino a la uni. Tal vez sea el momento de mirar por la ventana y echar un vistazo al mundo. La pantalla de un ordenador, pese a que en algunos momentos pueda parecerlo, no es una ventana al mundo, sino un espejo o un cristal ahumado.

Desde el aula de portátiles se observa con cierta dificultad el camino que rodea la universidad. La gente pasa, bien despreocupadamente, bien con las prisas de llegar tarde a clase (bendito horario el nuestro). Todos se me hacen parecidos o hasta iguales, pero bien sé que no es así. No puedes juzgar a un libro por su portada... pero nadie ha dicho nada de la primera página. Los rostros de la gente son muy reveladores, bien me lo han repetido desde pequeño: "la cara es el espejo del alma". Tal vez no puedas juzgar a alguien por la ropa que viste, las cosas que compra, la música que escucha o ante sus primeras reacciones, pero indagar (leer) en la cara de las personas nos revela detalles que en un primer encuentro pueden ocultarse a la vista de cualquiera.

Siempre he tenido una idea loca en la cabeza: ¿Qué hubiera pasado si mi vida hubiera sido diferente? ¿mi cara seguiría siendo la misma o reflejaría de alguna forma ese nuevo modo de vivir? ¿y si hubiese sido adoptado? A veces no es lo que haces sino lo que ves lo que configura los rasgos de tu rostro. Quién sabe.

No diré que centréis vuestros primeros encuentros con una persona en el escaneo minucioso de su cara, pero sí que os recomiendo que practiquéis esto con vuestros amigos. Comprobad que lo que conocéis de ellos concuerda con sus rasgos y, si hay rasgos que os inquietan, preguntaros a qué puede deberse (conocer a los padres de la parsona a veces echa por tierra este tipo de ejercicios, pero uno se lo pasa bien, que queréis que os diga). La forma de los ojos, de los labios, la nariz o incluso el peinado son producto bien de constumbres, manías o de un carácter especial. Lo dejo a vuestro libre albedrío. Una foto vuestra me basta para conocer alguna que otra cosilla sobre vosotros.

Para no tener nada que escribir no ha estado mal del todo.

¡Un saludo!

21 noviembre, 2008

Pepsi


No veamos un problema de donde no lo hay. Puede que esto ya lleve su tiempo, pero la cosa se mantiene estable y no ha causado aún más que alguna cara larga y un par de miradas torvas. Mi corazón puede ser frágil (puede partirse con suma facilidad) pero es duro como el diamante (lo tengo comprobado). Podríais imaginar que si vuelvo a sacar el tema es porque la mera imagen de Ella me hace plantearme las cosas, pero no es así en absoluto. Estoy ya resignado y he asumido la imposibilidad de mis anhelos. Ella no es para mí.

Si mis manos han vuelto esta vez al teclado (la hemeroteca de la uni es un sitio privilegiado) es para hacer repaso de mi situación. Desde la última vez han pasado infinidad de cosas, de las cuales todas ellas me han tenido en vilo con la cabeza en otro lado. Espero tener la cabeza suficientemente despejada como para hacer examen.

Las primeras veces era la emoción la que me inspiraba a escribir sobre Su Persona, el sentimiento que me azotaba, una fuerza irrefrenable (que bonito suena ahora). Ahora más bien lo hago como terapia grupal (si fuese individual no lo pondría por escrito, ¿no?). Puedo decir su nombre sin que me tiemble la voz y sin que las mejillas se me enciendan como a un niño. Ahora más bien me he embarcado en una nueva travesía, un nuevo viaje. Desde mi barco, mapa en mano, he decidido cambiar el rumbo y encarar mi nave hacia un nuevo destino. El viaje es simple pero difícil: cambiarla a Ella por Ella. Si la pieza del puzzle no encaja debo buscar una que la reemplace.

Como ya he dicho el corazón puede ser duro pero frágil. Un viaje como éste es peligroso pero necesario. Una vez Ella se ha hecho un sitio en mi corazón, en mi alma, no puedo sacarla de allí y dejar el hueco vacío. Debo rellenar permanentemente una parte de mí que jamás podrá volver a estar vacía sin que yo lo sienta y duela.

Las perspectivas no son nada favorables. Veo nubarrones en el horizonte y peligros bajo el mar. Tal vez pase mucho tiempo antes de encontrar un nuevo puerto. Puede que incluso no pueda llegar a verlo algún día. Aún así el peligro de perderse en alta mar es preferible a encallar sobre Su Arrecife.

¡Un saludo!

18 noviembre, 2008

Una copa de brandy para el señorito


No me gusta el contacto físico. Ala, ya lo he dicho. No se si lo había mencionado antes alguna vez, pero es verdad. Tal vez sea la educación que me han dado, tal vez el hecho de haber tenido que aparentar mucho tiempo, pero reacciono instintivamente ante cualquier clase de invasión de mi espacio personal. Un beso, un abrazo o incluso un apretón de manos se me antojan artificiales cuando debo ser yo quien da el paso.

Si en algún momento me encontráis tenso tened en cuenta esto. Daros por contentos si saludo efusivamente con la mano desde una distancia prudencial. Es mi manera de salir al paso. Tal vez os salga con una excusa mala si insistís, tal vez esté acatarrado o algo por el estilo. Quién sabe.

Vale, ahora dejad de mirarme así, cada uno tenemos nuestras manías y ésta es una de las mías. Aunque no os culpo si os hacéis una idea extraña de mí. Supongo que mirando el collage de defectos que he ido sacando a la luz uno tiende a ver cierto lado enfermizo en mi persona. Tal vez sea cierto, no sabría yo si afirmarlo o negároslo.

Como todo esperemos que esto vaya a menos. Una vez superada la barrera de poder hablar con cierta soltura (y nula habilidad) queda el comenzar a perder la vergüenza. Poco a poco, sin prisas.

A veces me asalta una duda: si últimamente mi objetivo es cambiar, mejor dicho, mejorar continuamente… ¿cómo harán los demás para reconocerme después?

¡Un saludo!

12 noviembre, 2008

Un par de vasos de Nestea


Hace poco más de un año solía escuchar de boca de mis amigos una frase que ahora me parece totalmente fuera de lugar: "En Pamplona nunca ocurre nada". Espero que a estas alturas hayan cambiado de opinión, porque está visto que no.

Este último mes ha sido uno de los más frenéticos de mi vida. Muchas cosas han ocurrido en un lapso de tiempo a veces demasiado estrecho. Y la cosa no para. Todos tenemos mil y una cosas en la cabeza en las que pensar y en las que tomar partido. Y lo mío no es para menos. Es un tiempo privilegiado para pensar y poner las cosas negro sobre blanco (o blanco sobre negro como es el caso). Si no he publicado antes ha sido por distintos problemas de conexión, pues hasta nuevo aviso en casa no tengo internet (y los rácanos de mis vecinos tienen todos clave de wifi).

Me gustaría, por decir algo, hablar con algo de profundidad sobre mis amigos. Bien sabéis que tengo menos fondo que el culo de un vaso (lo que véis es lo que hay, no penséis que no), pero aún así tengo a veces ciertos barruntos de pensamiento intelectual.

Desde hace un tiempo mis amigos han ido haciéndose un hueco cada vez más grande en mi corazón. El hueco crece, presionando contra las duras paredes del órgano con tal fuerza que a base de tiempo éste se ha ido ensanchando también. ¿Podría haber imaginado esta situación meses antes? Seguro que no. Mis amigos han pasado a ser una pieza insustituíble de mi vida (¡Que duros se me hacen los martes!). Si debo ser sincero a veces me dan ganas de abrazarlos con fuerza (aunque nunca me veréis hacerlo por propia iniciativa, así de vergonzoso soy).

Aunque no puedo decir que muchas de mis conversaciones hayan girado en torno a este tema, sí que alguna que otra vez ha salido la idea de la amistad. ¿Cómo se define? ¿cómo nace? ¿qué la mantiene y qué la hace crecer? Surgen muchísimos interrogantes para los que tengo pocas respuestas. Puede que algunas permanezcan veladas, pero que no se diga que no hemos intentado descubrirlas.

Como en todo la amistad va paso a paso. No nace de la noche a la mañana y necesita de un tiempo para fraguarse (me encanta esta palabra. Es muy evocadora). Así pues, un factor a tener en cuenta es el tiempo que pasas con el amigo, el roce, vamos. Se ve también que no todas las amistades llegan al mismo nivel. Cada uno debería saber hasta dónde puede inmiscuirse en la historia personal del otro, saber dónde le está permitido entrar. Cada uno es protagonista de su vida y personaje secundario de la de los demás.

Aún inconscientemente solemos marcar una fina línea frente a nuestros amigos y conocidos. Línea que tal vez no puedan cruzar tus padres, pero sí tus hermanos, una línea que sólo puede cruzar él o ella y ellos no o una línea infranqueable que nadie puede violar. Llegar al conocimiento de estas limitaciones en la amistad (lo cual no es malo) es el primer paso para avanzar.

La amistad es un juego peligroso. Es una partida para dos, en la que uno elige qué armas dar al contrario. La confiaza, si la hay, es un punto esencial en esta situación. Estás dando al otro unas herramientas con las cuales éste puede jugar en tu contra o a tu favor. El amigo, si es realmente un amigo, usará esas armas con el fin de ayudarte, de hacerte un poco más feliz. Confías a la persona un bisturí afilado con el que abrir tu corazón. El buen amigo sanará un corazón roto, mientras que el mal amigo, el ladrón, cortará con saña la arteria principal.

Mis amigos han puesto muchas veces en mis manos secretos que me han sido cofiados. Secretos a veces de doble filo, con los que se podría haber hecho mucho daño. Bien es cierto que no siempre he sabido mantener la boca y el corazón cerrados, pero mi intención es hacer buen uso de esos retazos de vida que me ofrecéis. Ayudaros en lo que esté en mi mano. Espero algún día poder hacer lo mismo y abrirme en canal y sin reservas. Hasta entonces...

¡Un saludo!

06 noviembre, 2008

Amargo como la hiel


Empiezo a perder ese tirón inicial de escribir en el blog y es algo que no puedo permitirme. No puedo dormirme en los laureles siendo esta una temporada en la que hay mucho en que pensar.

Esta mañana se hablaba en las noticias de casi 154 intoxicados en el Edificio Central de mi universidad. Al parecer un barniz que se aplicó tras las reparaciones pertienes del ala este del edificio fué a hacer reacción con uno de los productos de limpieza que se había usado esa mañana. La mezcla liberó un gas altamente tóxico que se coló por el sistema de ventilación. Tres de mis amigas resultaron afectadas con diferente gravedad (un saludo para ellas). La concentración era tal que algunos que simplemente pasaban por ahí al rato sufrían de picores en los ojos y problemas de respiración.

Si echamos cuentas no ha pasado más de una semana desde aquel desagradable incidente. Afortunadamente no llegó a más de 20 el número de afectados por la explosión del coche-bomba. Irónicamente ha causado más daño la irresponsabilidad de un equipo de reparaciones que los propios teroristas que atentaron contra nuestras vidas. Seguramente estos últimos se estarán tirando de los pelos. Yo lo haría, no por nada.

Supongo que esta vuelta del destino tiene algo que enseñarnos. Tal vez a no creernos intocables. La vida nos dió una oportunidad el pasado jueves, pero aún tiene a punto sus dientes afilados. Hay que estar alerta si queremos evitar llevarnos un disgusto. No quiero decir con esto que la culpa de este desafortunado acontecimiento deba recaer sobre alguien. No. Sólo quiero apuntar que no podemos dormirnos en los laureles (yo el primero) y pensar que una vez pasado lo peor el resto será un paseo por el campo. Hay que estar atentos y dispuestos a extender la mano a quien lo necesite en todo momento. No importa el cansancio acumulado, el sueño perdido o el dolor padecido. Ellos no se toman vacaciones y nosotros no deberíamos hacerlo tampoco.

Desde aquí un afectuoso saludo a todos aquellos que han sido afectados por el gas. Espero que no haya nada grave que lamentar.

¡Un saludo!

02 noviembre, 2008

Una jarra de agua fría


Lo cierto es que esta vez las palabras no aciertan a salir de mi boca de la manera a la que estoy acostumbrado. Haciendo gala de mi habitual capacidad de reacción vuelvo a vosotros 3 días después de aquello. Tres días tarde. Tres días en los que he pensado mucho en lo ocurrido (y los que nos quedan por delante).

Supongo que la mejor manera de empezar es por el principio. Quizás no sea lo que está mas en frío, pero es un comienzo.

La mañana del incidente, un jueves como cualquier otro a las 11:00 a.m. yo y un amigo nos dirigíamos al edificio central de la Universidad de Navarra. Yo tenía el ánimo por los suelos y habíamos decidido ir a la cafetería para hablar un rato. Todo aquello quedó en nada tras oír la detonación. No volvería a recordar el motivo de mi desánimo anterior.

A las 11:02 ambos nos encontrábamos a unos escasos 100 m. del lugar de la explosión. Caras de preocupación, gente llorando, cristales reventados, coches ardiendo, llamadas y mensajes desesperados. Más de 80 kg. de explosivos lograron conmover los cimientos de miles de personas.

La situación nos pilló a todos totalmente desprevenidos. No me daría cuenta hasta mucho tiempo después de la gravedad de la situación. Si no nos hubiésemos detenido a discutir si debía o no saltarme clases tal vez no estaríamos aquí para contarlo. Gracias.

Yo sólo pensaba en una cosa: mis amigos. No recuerdo muy bien lo que hicimos después. Minutos más tarde encontramos a mi hermano, subimos al piso de un amigo que vivía cerca. Llamadas a todos. Móvil sin saldo. Llegada al piso de una amiga. Todos atrincherados sobre los sofás. La centralita funcionando al 200%.

Ahora viendo todo desde un relativo estado de calma y tranquilidad agradezco de corazón la actitud de los demás, el espíritu de unión y apoyo de todos durante aquellos momentos. Sin cruzar apenas palabra todos logramos contactar y saber que unos y otros nos encontrábamos bien. Las fuerzas me fallaron varias veces, pero estabais ahí para no dejarme caer.

Concentración silenciosa al día siguiente. Miles de personas guardaron 5 minutos de silencio en señal de repulsa ante la violencia ejercida y como muestra de apoyo mutuo. El mensaje era claro: sin rencor. Aquel daño no podía ser combatido al mismo nivel.

Hay veces en las que perdonar de corazón se vuelve una tarea titánica. Soy capaz de perdonar muchas cosas, pero el dañar a mis amigos es algo que no puedo tolerar. Si bien es cierto que nadie resultó dañado, el mero hecho de haber atentado contra sus vidas y de haberles causado esa conmoción merece por mi parte un rencor grande, el más grande que he sentido nunca. Sé que lo que toca ahora es perdonar. Lo sé. Aquellos pobres desgraciados sólo recogen justicia y perdón donde ellos siembran odio y dolor. Puede ser que los que salieron peor parados tras la explosión de aquel coche-bomba fueron ellos, pero soy humano. Ni ojo vio ni oído oyó lo que soy capaz de hacer si me dan motivos para ello. La ira consume, es cierto, pero mientras arda causará todo daño posible.

El ver a mis amigos todos juntos apagó de alguna manera aquella llama negra que comenzaba a arder en mi interior. El odio se disipó con su sonrisa. Ellos perdonaban y yo sólo sentía furia. Sólo el sentir sus manos sujetando las mías me hacía olvidar todos aquellos sentimientos.

Tres días han pasado ya y el odio ha dejado paso a la indiferencia. Nadie ha dicho que perdonar sea un proceso automático. La purificación es un proceso lento, así como la asimilación de lo ocurrido. Tal vez no sea ésta la última vez que hablo de esto. El perdón llegará, y esperemos que sea pronto.

¡Un saludo!

29 octubre, 2008

Sal, tequila y limón: margarita


A veces me pregunto por qué escribo. No estoy especialmente dotado para ello, no tengo capacidad alguna para plasmar la belleza o la emoción del momento en una o más palabras. Desconozco por completo lo que es el impulso creativo y no logro recrear los colores sobre el papel por mucho que me esfuerce. Me extraña que esas nubes que se arremolinan en el cielo no tengan como su centro de giro mi propia cabeza.

Miro a los demás. Ellos luchan y ganan, luchan y pierden. ¿Que tienen ellos que no tenga yo? Se ve que una cosa es conocer las reglas del juego y otra muy distinta ponerlas en práctica.

Cuando digo que me gusta crecer no lo digo a la ligera. Me suele animar (hay veces que no) el pensar en que dentro de un tiempo (seguramente años) podré mirar atrás, al rastro que he dejado, y luego reírme de lo fácil que habría sido todo si desde un principio hubiera visto las cosas de otra manera, si hubiera encontrado la pieza y descifrado el puzzle. Se que lo divertido, perdón, lo interesante del asunto es encontrar uno mismo la respuesta al enigma, pero cruzo los dedos por que algún alma caritativa me de alguna pista. No pido sino acelerar el proceso.

Algunos piensan que cuando escribo lo hago únicamente con el fin de desahogarme sin tener que llorar sobre el hombro de un amigo. Por favor, aquellos que penséis eso dejad de leer y daos media vuelta. No quiero espectadores. Si escribo es porque en primer lugar me ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva. Me es más sencillo leer mi pensamiento que rumiarlo sin cesar y más complicado de acallar. En segundo lugar escribo con el fin de explicarme a los otros de una manera clara. Bien sabéis que no soy un maestro de la palabra y que hablando en público suelo morderme la lengua tres veces por cada dos palabras como mínimo. En tercer lugar, y muy en tercer lugar, está el desahogo y la satisfacción personal. Si bien esta triste entrada es un buen medio para sacudirme los fantasmas de la cabeza, no es digna de publicarse si en ella no cumplo con los dos anteriores objetivos.

Bien sé que mi forma de escribir no es lo que podríamos llamar una prosa luminosa, un animado monólogo interior, pero a mí me basta. Pensad que soy capaz de palabras mcuho mas oscuras y que escribir de esta manera me ayuda a levantar la mirada. Puede que cause cierta comezón interior a quien me lea, y pido perdón por esto, pero sabed que os arriesgáis a ello cada vez que clicáis en el enlace.

¡Un saludo!

23 octubre, 2008

¿Coca-cola?¿otra vez?


Corregidme si me equivoco, pero creo ver que el conocerme comienza a perder su magia. Todo el que quiere puede entrar en este blog y leer mis emociones y pensamientos más profundos. Si esto os lo dijese de tú a tú podríais consideraros afortunados por compartir algo especial conmigo. Llevo ya un tiempo lanzando perlas a los cerdos...

Como podéis suponer esta entrada vuelve a girar en torno al mismo tema (un día de estos intentaré averiguar por qué demonios todas mis entradas sobre Ella hablan de la coca-cola). Siento repetirme de esta manera, pero si debo escribir a golpe de corazón la marca que queda es la de su nombre.

¿Ha cambiado en algo mi situación? No ¿entonces por qué escribes? Porque no es la situación lo que ha cambiado, sino mi forma de ver la misma. Hace ya como año y medio que mis ojos fueron a parar al pozo de los suyos. Desde entonces he luchado tanto por salir como por quedarme, por escapar como para luchar por un hueco en su corazón. Hasta ahora, más bien, mi ser es viento que pasa ante ella: invisible, que cuanto más sopla más desvía la mirada y que cuanto menos más imperceptible se hace. Ignorado, sobreentendido y amargado. Lucho contra algo que desconozco. Inocente (si eso es aún posible) e indefenso. La inactividad cerebral me acompaña siempre que hablo o pienso en Ella.

En pocas palabras sigo siendo para Ella ese “buen conocido”. No un amigo, no un compañero, no un desconocido. Ni más ni menos un “buen conocido”. Nada más.

Hasta aquí poco nuevo puedo ofreceros. Sigo embobado, y como un bobo me lanzo una y otra vez a hablaros de Ella. ¿Y qué era lo que querías contar entonces? Muy simple: que tengo miedo. Un miedo que me estrangula y que me hace temblar. Es un temor instintivo que surge ante a visión de la cruda realidad. Me conozco y la conozco a Ella. Conozco también cómo están las cosas y lo que he hecho o he intentado hacer hasta ahora. Me he arrojado alegremente a una lucha que no sé si quiero ganar. Me explico. Es la reacción de un niño pequeño ante el jarrón de las flores de mamá. Se sabe pequeño y torpe, pero desea tener el jarrón entre sus delicadas manos. Es una atracción fatal que el niño siente. Fatal para el jarrón. Sabe que si se hace con él éste acabará roto. Ahora haced la correlación con este triste muñeco que soy yo. Así es, temo ser tan torpe como para romper el jarrón. El niño no es el que sufre la peor parte, sino el bello y delicado jarrón que acaba hecho trizas desparramado por el suelo.

Me siento débil. Incapaz de cuidar de un tesoro así de delicado. No es que piense que Ella no es fuerte (¡vaya si lo es!) ni que no pudiese aguantar el embate, pero sé el daño que soy capaz de hacer. Puede sonar pesimista, pero no me veo capaz de tener una novia. Tal vez más adelante, cuando sea un hombre y no ahora que sigo siendo demasiado niño para Ella y Ella demasiado mujer para mí.

¡Un saludo!



P.D.: Pese a lo que pueda parecer en ningún momento he mencionado el nombre de Ella. Si preguntáis por detalles mentiré como sé: dando sólo medias verdades. Siento ser así, pero es instinto de supervivencia.

16 octubre, 2008

Mucha cerveza y Rock n' Roll


Aunque, como todo lo que hago, la cosa va poco a poco mi gusto por la música se va centrando cada vez más. Aún no puedo decir que sea un firme defensor de un estilo específico (pues se me escapa el de la mayor parte de los temas que escucho), pero si que reconozco la clase de temas que me hacen vibrar.

Hasta hace nada en mi ordenador no había ni una sola carpeta de música. Ya véis, ni una triste canción. Un poco de envidia sana, un poco de ganas de compartir experiencias con la gente me hizo plantearme entonces el hacerme con una recopilación de música. Mi música, por fin.

Tras descargarme toneladas de colecciones, Cd's y temas varios bajo la recomendación de mis amigos y contactos, la criba fué dejando a su paso una colección curiosa de canciones. En un principio tiraba de CD's al completo (REM, Coldplay, Artic Monkeys...), ahora poniendo un poco más de cabeza me he quedado con alrededor de 3 o 4 temas por grupo, aquellas que más me gustasen.

Luego llegó el momento de arriesgar. Buscaría entonces por la red grupos de los que no hubiera oído hablar antes sólo por ver si encontraba algo de provecho. Y vaya si así fué. Una herramienta divertida a la par de productiva que seguiré utilizando de vez en cuando.

En los últimos días la situación ha cambiado el rumbo. Ya no son los temas nuevos los que me interesan, sino temas más bien descatalogados, temas que escuché en mi más tierna infancia y que surgen como un aluvión sobre mi cabeza cuando dos o tres notas sueltas me hacen recordar. Una sensación extraña, la verdad.

Si tuviese que definir la clase de música que escucho, fuera de convencionalismos y estilos ya fijados, diría que me va la música de ritmo marcado (que no obvio), que incluya instrumentos singulares en su base, que me haga recordar algo, que altere mi estado de ánimo, que de predominio al sentimiento, que si da protagonismo al sentimiento que sea un sentimiento de angustia interior, que no me marque como a alguien que ha conseguido ya todo en la vida, que cuando le suba el volumen oculte el ruido exterior, que a ser posible la voz sea seria y no jactanciosa ni frívola, y que si no tiene voz la música me haga sentir lo que una voz no puede, que no marque el fin de la obra, sino un final abierto dispuesto a continuarse, que el tema sea más fuerte que mi alma, que ahonde en lo que yo no llego a imaginar haciendo de mí un niño pequeño e ingenuo. En resumen, me gusta que la musica me mueva y me haga mover de modos en que nunca antes lo había hecho.

¡Un saludo!

13 octubre, 2008

Coca-cola, como siempre


Hace ya un tiempo que no hablo de Ella. Y no es porque su presencia haya abandonado mi alma ni mi pensamiento. Aún pica y escuece. Ahogar un fuego así a base de lágrimas no es la mejor de las maneras. Ya sabéis a lo que me refiero.

Desde un primer momento he estado jugando a un juego peligroso. Me dedico a dar de patadas alegremente a una bomba de relojería. A cada golpe el mecanismo hace amago de activarse y yo, inconsciente, vuelvo a atizarle. Por ahora Ella desconoce la existencia de este blog, de mi escondite, pero poco falta para que acierte a dar con él. Con cada sombra que se proyecta bajo la puerta tiemblo de miedo, pensando que pueda ser su sombra. Las paredes de este pequeño gheto se comprimen a mi alrededor. ¿Qué haré si me descubre? ¿Dónde podré esconderme? Como Ella descubra mi posición y mi secreto no habrá sitio en el mundo capaz de ocultar mi vergüenza.

Hace un par de días la pregunta surgió como sin querer.

- ¿Vosotros tenéis un blog?

Si el rubor de mi cara no me delató en el momento a poco estuvo de hacerlo.

- No, ninguno - respondí al instante.

Y aquí estoy nuevamente, jugando mis cartas a mano descubierta. Cualquier hombre cuerdo habría dejado de escribir en ese mismo momento, pero parece ser que la cordura no es una de mis virtudes.

Escribo esto como desde una trinchera. A modo de memento de un soldado que sabe que tras subir la escalinata una bala perdida acertará a darle entre el casco y el chaleco. Sabiendo que, pese a todos sus esfuerzos, pese a que día tras día esquive las balas y las explosiones en el campo de batalla, la guerra durará lo suficiente como para que la bala certera de en el blanco.

Es inevitable y lo sé perfectamente. Sé que Ella está leyendo esto, que está leyendo esto y que sabe que está dirigido a Ella.

- Hola, bienvenida. Perdona mi cobardía y mi silencio.

08 octubre, 2008

Si bebes mucho zumo...


Reíros si queréis, pero hoy me he dado cuenta de que me da miedo reír. Eso, ríete, no te cortes. Me reiría yo si no se diese tal paradoja al hacerlo.

Para reírse hace falta mantener una actitud previa: un mínimo de relajo. Mirando un poco en 3ª persona la escena me veo a mí rodeado de mis compañeros en clases un día cualquiera por la mañana. Mientras el compañero a mi derecha ríe a mandíbula batiente la compañera a mi izquierda sufre un ataque de risa estridente que me hace dudar de su capacidad pulmonar. Yo, en el centro, sonrío (tal vez dejo entrever mis dientes, aunque no he podido comprobarlo). La gracia ha estado bien, digna de la más sonora carcajada, pero la tensión o el remordimiento toman lugar en cuanto mi rostro hace ademán de unirse a la fiesta. Ríe si quieres, no me sentiré mal por ello.

Hoy me he "oído" reír y me ha sonado realmente extraño. Seguramente me la habréis oído un par de veces si habéis sido observadores. Tal vez un sonoro "JA" o sino un remedo de risa aguantada (desagradable si se saca de contexto), pero nunca una risa abierta y sincera.

Algunos se preguntarán: "Bien, pero ¿ríes de verdad alguna vez?". Claro que sí. Nada de carcajadas con silenciador, ni de vergüenza por sentir y captar la gracia, ni mucho menos manos llevadas a la boca. Reír he reído, no mucho, pero se puede decir que sí.

Respetos humanos. Puede que estos viejos amigos aún no se hayan ido del todo.

Aún con todo, esta no es mi última palabra. La risa es una técnica compleja que aún intento dominar. Si me veis hacer ademán de reír por favor no os riáis de mí, sino conmigo. Invitadme a reír con vosotros.

¡Un saludo!

06 octubre, 2008

Cortado con sacarina


Llevo ya un tiempo largo sin hablar de mis problemas. En cierto modo creo que no es porque no tenga ninguno o porque los que tengo no sean importantes, sino porque me he dado cuenta de que los problemas que pueda tener no son nada comparado con los que pueden tener los demás. A veces merece más la pena olvidarse de los propios problemas y poner de tu parte en la solución de los de los demás, pues la recompensa supera con creces los gastos.

Me encuentro ahora mismo en una situación extraña y a la vez muy familiar. Me hallo en una situación intermedia en la que me debato entre la acción y la inacción, entre la intención y el acto. Un paso previo a la madurez donde soy demasiado mayor para caer en la dejadez y demasiado joven como para agarrar la sartén por el mango. Por un lado me hallo dispuesto a dar mi vida por los demás como nunca antes lo había hecho (¡Darse a los demás! ¡Quién lo hubiera pensado en mí!) y por el otro me asaltan cada vez con más frecuencia esos momentos de pereza y dejadez que acaban con ese fervor inicial. Como un tiovivo del que me quiero bajar.

Se presentan ante mí dos caminos posibles: hacia adelante o hacia atrás. Lógicamente la opción fácil, la que no requiere esfuerzo (o por lo menos no tanto como la otra), es la que se halla a mi espalda. Acabada esta tregua (cuando sea que esto acabe) debo inclinarme hacia uno u otro lado: o mejoro y me convierto o tiro la toalla y me quedo como estaba. No hay para mí punto intermedio.

Supongo que muchas veces mi estado de ánimo se palpa en las palabras que escribo, por lo que no se os hará muy complicado descubrir que siento una cierta desazón y desesperanza en cuanto al tema. Sinceramente, me conozco lo suficiente como para desconfiar de mis propias fuerzas. Esto aún no se ha acabado y la batalla no tiene visos de estar en las últimas.

Crecer es un asunto complicado. Requiere muchas veces comprender la propia naturaleza y descubrir que uno no es tan intocable ni fuerte como pensaba en su momento. La duda es una herramienta necesaria si se quiere tener una visión sana de la vida, pero también un duro rival al que hay que enfrentarse con cada pregunta que se responde. Por último, pensar que esto puede hacerse sólo y sin la ayuda de los demás es pura ingenuidad. Quien crece sólo acaba sólo, recordadlo bien.

¡Un saludo!

29 septiembre, 2008

Brindemos por la vida


Hoy es un día grande. Grande como cualquier otro. Un día de esos por los que vale la pena brindar. Brindo en primer lugar por mis amigos, una pandilla de soñadores por la que merece levantarse uno cada mañana. Brindo por mi familia, fuerte a más no poder y capaz de soportar con una sonrisa a un tipo como yo. Brindo por Ella, brindo por su amor, que si le fuese posible durase eones sin marchitarse. Brindo por la vida y por la mano misteiosa que me ha puesto en un escenario bucólico de alegría donde cada paso es una nueva lección a aprender con dulzura.

Brindar es agradecer y agradezco poder brindar por todos vosotros. Bien sé que no he hecho grandes méritos ni me he esforzado del todo por devolver cuanto estuviese en mi mano, pero ofrezco mi pobre vida a cambio de vuestra compañía.

Que el cielo no os robe de mi lado y algún día pueda arrancaros de la boca esa sonrisa que hacéis despertar en mi alma.

¡Un saludo!

25 septiembre, 2008

Zumo exprimido de naranja


Escribir desde la biblioteca de la universidad no es algo que acostumbre a hacer. No es el mejor ambiente para hablar de mis cosas y tanto color blanco me distrae cada tanto de lo que estoy haciendo. Sólo la necesidad de hablar y contar mis peripecias diarias me impulsa a ello. Para más señas aquí me tenéis, a las 11:00 a.m., saltándome clases de economía e intentando que el nerviosismo que me invade no llegue a flor de piel.

Y os preguntaréis que es lo que me trae tan nervioso y preocupado. Y yo os responderé que nada en absoluto con una sonrisa en la boca, volviendo luego a mi anterior gesto de angustia. No os alarméis, un truco para tratar conmigo es aparentar falta de interés en mis problemas personales. Si tenéis paciencia mi propia naturaleza acabará por contaros todo lo que querríais saber y aún más.

Para seros sinceros llevo una semana delicada. Por un lado tengo la cabeza en la clases que comienzan. Empezar un nuevo curso con gente a la que no conoces y con un hermano pequeño en las inmediaciones no es algo sencillo. Por el otro tenemos la siempresente obra de teatro (mientras escribo cuento los minutos que faltan para la representación de esta tarde). Como algunos bien sabéis soy uno de los benjamines del grupo. Nunca he tenido experiencia alguna sobre un escenario, y ahora se me exige darlo todo y más sobre el que han montado en la biblioteca.

Ante mi papel dentro de la obra surgen ante mí sentimientos contrapuestos que a ratos me asaltan. Por un lado siento cierta tranquilidad: posiblemente sea de los que mejor se saben su papel dentro del grupo. Por el otro intranquilidad: el resto de actores, compañeros y amigos ya han representado esta obra otras veces y tienen una valiosa experiencia de la que yo carezco. Nuevamente tranquilidad relativa: mi papel me gusta y sé que nada puede salir mal. Y una vez más intranquilidad: este papel hace sacar de mis entrañas una personalidad que no me es extraña en absoluto y que temo pueda invadirme. Me ha costado muchos años encerrar a esa bestia en mi interior y sacarla sobre un escenario no se si se consideraría suicidio en toda regla*.

He aquí otra perla que os dejo sobre mí: quienes me conocen descubren que guardo aún cierta tendencia a obsesionarme con las cosas. Un tema, una persona, una frase, cualquier cosa puede encender en mí una llama anaranjada difícil de apagar. Los que me conocen de verdad, en cambio, saben que mi obsesión tiene una variante más peligrosa aún: una obsesión que me consume y me absorbe por completo. El día y la noche terminan por resumirse en el objeto de mi obsesión, reduciendo las horas a cenizas bajo un fuejo blanco-azulado. Quizá el ejemplo de la obra de teatro sea el más cercano. Si debo resumir mis últimas dos semanas sería hablando de esta obra. Un verdadero enredo. Y la perspectiva detener que alargar aún más el proceso hasta el sábado por la tarde me trae por la calle de la amargura.

Si todo sale bien y como está previsto esta misma tarde el señor Argante verá felizmente casado a su hijo y encontrará por fin a su hija perdida. Haré de tripas corazón y confiaré en mis compañeros.

- Scapin: "¡Pero daros prisa, señor, que tiemblo de que llegue la hora!"

Perdón, tenía que hacerlo.

¡Un saludo!


*Por si no lo habías notado suelo recurrir mucho a la ficción literaria al hablar de temas personales o delicados. Intentad abstraer un poco si no queréis acabar teniéndome miedo.

10 septiembre, 2008

Hoy es martes: Vodka negro


De vez en cuando suelo preocupar a los demás con una manía que tengo, aunque en realidad no sea para tanto. Cada cierto tiempo, en especial después de una temporada frenética (véase temporada como un lapso de tiempo acotado, no como una extensión de meses), acostumbro a sacar a relucir una parte de mí un tanto diferente. Cuando me piden cuentas de lo que he hecho durante esos "momentos negros" suelo echar mano de una frase recurrida y bastante falta de razonamiento:

- Nada, he tenido "un día de esos", mi lado oscuro salió a dar un paseo.

Lo sé, es una excusa mala. Hacer el idiota durante una tarde de verano tiene crimen. Hacer el idiota solo aún más. Pese a todo (se que no puedo protegerme tras una máscara oscura y desdibujada) cada día que pasa y, principalmente, cada vez que tengo uno de esos días la forma de ser de "mi lado oscuro" se perfila cada vez más. No os extrañéis, pero ya lo conocéis. Si, si, que se esconda en los días luminosos no quiere decir que se calle del todo. De vez en cuando abre un ojo, tal vez instigado al ver mis manos sobre el teclado. Parpadee suele llamarse a sí mismo, y tiene un genio bastante explosivo. Comentarios ácidos, puñaladas a destajo y mirada torba y sombría. Ha hablado un par de veces aquí, aprovechando mis momentos de debilidad. Podría decirse que es un tipo gracioso aunque pesado a más no poder. ¿Inicio de esquizofrenia? ¡Por favor!, si nos llevamos de maravilla.

- Si, es una relación de amor odio: a veces te quiero y a veces te quiero matar.

- ¡Ah, Dios! ¿Cuanto tiempo llevas ahí?

- Me pitaban los oídos así que salí a ver quien llamaba.

Este es Parpadee. No es precisamente lo que podríamos llamar el "lado malo" de mi persona. Nada más lejos de la realidad. Tanto de uno y otro lado hacemos ambos las mismas burradas. Aún así, él es capaz de hacer cosas que por lo general me alarmarían (aunque no me extrañarían). Por norma general soy algo inhibido y suelo pensarme mucho las cosas antes de tomar una decisión. Parpadee en cambio es algo más irreflexivo e impulsivo en sus acciones y claramente desinhibido del todo.

Estas situaciones suelen durar alrededor de un día o dos. No suelo quedar con nadie durante esos momentos, sino que intento pasar el día un poco alejado de todo y todos. Salir y perderme por las calles de la ciudad suele ser una opción.

Superando ya la barrera de la ficción literaria prefiero decir ahora que esta mala costumbre de hacer el tonto va a menos, así que tranquilos. El apoyo de los amigos y el esfuerzo personal cada vez van reemplazando esa cara siniestra por una sonrisa sincera. Si quiero exigir a los demás sinceridad debería empezar por limar mis dobleces, ¿no?

- Yo no diré nada. Sólo esperaré a que sea mi momento y...

- ¡Oh, cállate!

¡Un saludo!

07 septiembre, 2008

Sabe a... Mountain Dew


Una de las ventajas de madurar (entre otras muchas) se encuentra en la extraña capacidad que adquiere uno para admirar la compleja profundidad de las cosas que ocurren a su alrededor. Una persona inmadura nunca llegará a comprender del todo lo que le ocurre y tirará de explicaciones simplistas y poco convincentes para darle un mínimo de sentido a su vida. Puede que aún no sea un hombre maduro, pero el poder observar día a día como crezco y como lo hacen los demás es una afición gratificante a la que vengo enganchado desde hace un tiempo.

En la vida de uno, como en todo, hay momentos de relativa paz y momentos de cambio. Los cambios normalmente son violentos (o por lo menos así lo son aquellos cambios dignos de recordar) y amenazan con hacer tambalear los cimientos del estilo de vida que llevamos. Una vez acabado el cambio es posible comprobar la resistencia de nuestras convicciones, hacer revista de lo que se ha mantenido en pie y de admirar aquello nuevo sobre la vitrina.

Para entender lo que voy a decir hace falta un mínimo de subjetividad e imaginación. Posiblemente a ojos ajenos esto pueda parecer un dato curioso, una mera anecdotilla, pero para mí simplemente ha sido una experiencia enriquecedora. Seguramente para otros tantos aún más. No os voy a contar la historia concreta (tardaría demasiado y realmente no aportaría nada), sino que daré mi punto de vista sobre el asunto.

Lo primero que deberíais saber es que este verano me ha cambiado profundamente, o eso creo. Tal vez siga haciendo las mismas frikadas que hace 3 meses, pero la visión que tengo de mi vida y la de los demás ya no es la misma. Durante este verano me he visto obligado a congeniar con gente a la que por otro motivo no le hubiese dirigido la palabra en mi vida. Más bien, me he visto obligado a HABLAR, cosa que por lo general no suele salirme así de natural. Y digo obligado no porque tuviese a alguien sobre el hombro velando por que hiciese mi parte, sino porque mi propio bienestar y diversión dependían en gran parte de ello.

Por otro lado me he abierto a alguien a alguien por primera vez en mi vida. Para un tipo como yo sincerarse con otra persona es tarea harto difícil, pero con algo de ayuda he sido capaz de hacerlo y no veáis lo bien que me ha sentado. Volveré a hacerlo si me dais una oportunidad.

He aprendido también en carne propia lo que es el dolor del corazón. Por A o B motivos he tenido que aguantar situaciones que nunca había experimentado en mi vida, las cuales me han abierto los ojos a la verdadera naturaleza de las personas. Nada de tópicos, nada de encasillamientos. He visto la complejidad de las personas cara a cara y para ello hay que estar verdaderamente preparado.

Compartir el dolor y la alegría con los demás también ha sido un añadido más a estos meses revueltos. Escuchar a los demás y tomar la iniciativa para ayudarlos me ha hecho ver la pasta de la que todos estamos hechos. Puede que un servidor haya cambiado, pero la verdad es que eso no me toca decirlo a mí, sino a los demás. Espero que una vez acabado esto puedan decirme que soy más amigo de mis amigos y que estoy un poco más cerca de ser un tío normal.

¡Un saludo!

04 septiembre, 2008

Néctar de los dioses


He estado pensando en mi vida pasada, aquello que me ocurrió mucho antes de que empezase a poner estas cosas por escrito. Un época complicada de mi vida (y creedme cuando os digo que no hay muchas) donde para mí todo era nuevo y los colores del mundo se me presentaban con una intensidad de la que nunca había sido testigo.

Para los que no lo sepan aún soy chileno de nacimiento. Emigré a los 14 años desde mi país natal hasta España por decisión de mis padres. Yo en ese entonces me encontraba sobre una nube desde la cual todo lo que ocurría a mi alrededor se volvía borroso para mí (algunos le llaman con ternura inocencia). Han pasado 7 años desde entonces y todo vuelve a mí con una fuerza renovada.

El precio a pagar al cambiar de país no radica sólo en el pasaje de ida, sino en lo que tienes que dejar atrás y en lo que deberás renegar para que no duela demasiado. A mi llegada tuve que asumir una cosa: tenía que empezar desde 0, debía construirme a mí mismo a partir de entonces. Y asi lo hice. Pero con 14 años no es nada sencillo acertar con la forma.

Digo que fue una temporada difícil de mi vida porque fue entonces cuando comencé la construcción de mi propia y personal torre de Babel. Una torre de oro y piedras engastadas que relucía como la mañana y que me elevaba día a día hacia las alturas. A ese ritmo el monte Olimpo pronto quedaría bajo mis pies.

Era una situación extraña para mí y dolorosa para los demás. Yo estaba en la cumbre y el resto intentaban fatigosamente trepar hasta la cima donde me encontraba yo. Y yo reía, reía cuando la gente caía extenuada al no poder alcanzarme, reía ante el placer malsano de la humillación del otro. No quiero volver a pasar por aquello, puede que haya aprendido algo de todo ello, pero no es algo que pueda llegar a soportar otra vez. Muchas veces llegué a preguntarme por qué estaba tan solo. Echaba la culpa a los demás, sin fijarme siquiera que quien se había elevado sobre ellos era yo.

Esto duró alrededor de unos 2 años. Fué entonces cuando todo cambió. Fué entonces cuando llegó ella y cuando llegó el momento de marchar y recomezar. Hasta entonces nadie había logrado escalar mi torre de oro. Hasta entonces. La torre aguantaba mi peso, pero porque estaba totalmente solo. La llegada de una segunda persona hizo que los cimientos de la torre se tambaleasen en su velada fragilidad. Y ella estaba decidida a bajarme de aquel sitio y de mostrarme el mundo que se extendía bajo las nubes que me separaban de él.

El tiempo de la marcha llegó entonces. Tocaba nuevamente rehacer mi vida. Tal vez no desde 0, pues lo que había ocurrido nunca se borraría, pero hubo que recomenzar. La torre dorada cayó y se desplomó sin mucha ceremonia. Y ya sabéis que mientras más alto se está más dura es la caída. De aquel golpe aprendí más de una cosa importante. Vi los restos de mi torre y juré sobre ellos no volver a subir ni a alzarme sobre el resto. Había comprendido lo que soy en realidad: no estoy ni por encima ni por debajo de los demás.

Tras una gran victoria sobre el enemigo solía haber una tradición en la antigua Roma en la que durante la entrada triunfal a la Gran Urbe uno de los hombres cercanos al Emperador le decía a éste al oído:

"Recuerda que eres mortal"

¡Un saludo!

01 septiembre, 2008

Gran reserva del 2008


Más difícil incluso que el aprender a dar es para algunos el aprender a recibir. Dar requiere un pequeño esfuerzo por nuestra parte, ceder algo en favor del otro, ya sea a cambio de algo o a cambio de nada. Recibir, en cambio, a veces requiere un esfuerzo interior aún más grande. No basta con saber coger lo que se nos da de las manos del otro, sino que debemos dejar muchas veces nuestro orgullo de lado y darnos cuenta de que necesitamos de los demás. Cuanto mayor es el regalo mayor la humildad con la que debemos recibirlo. Para muchos de nosotros suele ser una tarea difícil y tendemos a recibir un regalo como si de una deuda a pagar se tratase. Algunos nunca aceptarán un regalo que saben que más adelante no podrán igualar.

Otras veces el problema no se haya en el orgullo del recibidor, sino en el miedo de éste ante la visión que el otro pueda tener de él. Dar un regalo a alguien exige a esa persona el ponerse en la piel del otro, considerar su propio bien y lo que éste necesita. En muchos casos el tipo de regalo dependerá de la capacidad del que da para empatizar con el que recibe. Si un amigo te regala una botella de vino y, por cualquier razón, tú no eres de los que beben algo ha fallado: o tu amigo te ha regalado lo que le hubiese gustado recibir a él (capacidad empática nula) o éste se ha hecho una idea equivocada de tu persona. Puede resultar algo desagradable, pero a veces puede medirse el nivel de conocimiento que tus amigos tienen de ti a través de los regalos que te hacen.

El dar y recibir es un proceso delicado entre dos personas. Dar por dar y recibir por recibir, sin un esfuerzo mutuo de por medio, hace que se pierda el valor del regalo y el de la acción. Tanto si regalas como si eres regalado piensa detenidamente en el otro. Elegir bien por lo general une y fomenta la amistad.

¡Un saludo!

30 agosto, 2008

Cocacola ya sin hielos


Escribir muchas veces es cosa de impulsos. Y si consideramos el aburrimiento como un impulso más pues la ocasión de escribir algo se presenta casi siempre.

La verdad es que no soy lo que se dice un aficionado a la bebida (irónico si pensamos en los títulos de este blog), pero he de admitir que sentado en la mesa de un bar, ya sea sólo o acompañado, con un vaso entre los dedos, ayuda a aclarar algunas ideas. Esta misma tarde, de hecho, hice el intento de salir y pensar un rato (cosa poco usual en mí). Lo cierto es que fue un paseo agradable por el centro. Me senté en una de las mesas de un local que vi abierto y pedí una coca-cola (yo y el alcohol nunca hemos sido muy buenos amigos). Como podéis suponer me puse a pensar en Ella.

- ¡Hombre, por fin! Ya me extrañaba a mi que no saliese el temita.

- Cuidado con ese tonillo...

- Vale, no te sulfures. ¿Te animarás a hablar entonces?

- ...

- ¿Y bien?

- ¿No habíamos quedado en que intentaríamos olvidarnos de Ella?

- Eres tú el que ha sacado el tema, no yo.

- ...

Como iba diciendo... pensé en Ella, aunque de un modo distinto. Hace tiempo que no hablamos, en parte porque me cohíbo en seguida ante su presencia, en parte por que no ha habido necesidad alguna de hacerlo. Intenté pensar en mi situación de forma objetiva, tanto como me fuese posible esta vez. La verdad es que nunca he tenido novia, tal vez una figurada, pero nada en serio. Es la segunda vez que me enamoro de alguien. Mi experiencia en el campo amoroso no pasa de mero aficionado y no sabría decir con certeza si estoy o no capacitado para dar un paso más. Por otro lado mis oportunidades con Ella son de 1 entre 1.000.000. Vale, la conozco personalmente y no soy un psicópata-acosador fichado por la policía (aún), situación que muchos querrían tener en mi lugar, pero aún así mis posibilidades son casi nulas. Su novio es un chico de fiar, lo conocí durante el curso pasado, y sé que la quiere de verdad.

- Enternecedor, pero todo esto ¿a que nos lleva?

- Bueno, después de pensarlo detenidamente hemos decidido olvidarle por completo.

- Así dicho parece muy sencillo, ¿no te parece?

- Fuiste tú el de la idea, ¿recuerdas?.

- Las devuelves envenenadas...

- Déjame seguir...

Bueno, la idea está allí. Plasmarla es harina de otro costal. Olvidar a una mujer que te ha marcado el corazón con hierros al rojo no es algo fácil de hacer. La marca esta ahí y no puedes evitar que arda de tanto en tanto. Para ello la distancia es una herramienta que muchas veces facilita y aligera el trabajo (lo hizo la primera vez), pero cuando no se puede contar con ella el esfuerzo adicional que hay que aplicar suele causar más dolor si cabe que la propia enfermedad.

Olvidarle a Ella puede que sea la cura de mis males, pero esta cura me esta costando la cordura y las ganas. Lamentablemente sabré que he logrado mi objetivo si un día de estos puedo llegar a decir: "podría llegar a odiarla si quisiera".

Cuando dicen "en la guerra y en el amor todo vale" me temo que no sólo se refieren a ganarse el amor del otro.

¡Un saludo!

27 agosto, 2008

Coca-Cola y cuatro hielos


Escribir de manera torpe y apresurada se me da de maravilla, como podéis comprobar. Nada de estilo, ni gusto mínimo por lo estético. Aún así de vez en cuando tengo pequeños atisbos de poesía (¡Dios me libre de ser un poeta!) y me dejo llevar por el sentimiento. Escribir sobre lo que te mueve y te hace vibrar despierta en uno una pasión y una inclinación a la poesía como ninguna otra cosa en este mundo.

Pensé en un primer momento en escribir sobre mi vida, lo que me acontece cada día, cosas que por lo general darían para publicar un libro, pensando que tal vez hablar de mí me animaría a escribir. Pero no ha sido así. Debía buscar algo que me hiciese temblar de emoción, algo que hiciese que mis manos no parasen quietas sobre el teclado y que mi cabeza volase lejos de la triste guarida en que me encuentro.

- ¿Y que tal si hablas de ella? - me pregunto.

- No lo sé... ¿y si no encuentro las palabras? ¿y si lo que escribo más que elevar, humilla? - me respondo.

- ¿Acaso no hace removerte en tu silla tan sólo el pensar en ella? Buscabas algo que te hiciese vibrar y, ahora que lo tienes, dudas.

- Ya lo sé, pero no atino a encontrar el modo de escribir sobre ella. Creo que necesito/necesitamos algo de ayuda - me apresuro a excusarme.

- No tienes remedio - digo meneando la cabeza.

Me gusta repetir que algún día llegaré a ser escritor. "Algún día..." me deja el suficiente margen como para pensar que puede que nunca llegue a escribir de modo decente. Si no puedo escribir sobre mis propios sentimientos y mis ilusiones ¿que me queda?

- Escribir de manera torpe y apresurada.

- No hacía falta que lo recordases...

¡Un saludo!

26 agosto, 2008

Sopa caliente


Me he llevado un susto esta mañana cuando me encontré hablando con ella de lo que había ocurrido el día anterior. Yo sonreía y ella escuchaba atenta, ignorando del todo el hecho de que le estaba soltando una de las mentiras más desvergonzadas que ha salido de mis labios.

"Nunca irás a la cama sin saber algo nuevo" he oído decir a mis padres en incontables ocasiones. Y vaya si es así. Sabía que podía mentir, sabía incluso que si no le daba demasiado revuelo la gente no se daba cuenta del engaño, pero hasta ahora nunca había comprobado los límites de mi capacidad para mentir.

Como es lógico ella habló seguidamente con su amiga, cosa comprensible, y ésta con el hermano. Todos convencidos de que era así, tal y como yo lo había contado. Por supuesto la siguiente jugada del hermano no me pilló desprevenido. Para cuando quiso comprobar la veracidad de la historia que había contado yo había tomado las medidas cautelares: sabiendo que él era el único con la perspicacia suficiente como para no confiar en mí (chico listo), hablé primero como quien no quiere la cosa con su mejor amigo relatando una vez más la misma cantinela. Deberíais haberle visto la cara mientras hablaba conmigo y con su amigo. Él intentando sacarme la verdad a tirones y su amigo disuadiéndole de hacerlo. Por supuesto terminó cediendo ante los consejos de este último.

Mentir es un juego que implica mil y un riesgos distintos. Se juega con la confianza del otro y eso nunca sale bien. Aún así el impulso de supervivencia puede a veces sobre todo lo demás, dejando al descubierto esa parte fría y calculadora que todos llevamos dentro. Una experiencia de esas para guardar en la memoria.

Visto lo visto: ¿En serio creéis que lo que os he contado en esta entrada es cierto?

¡Un saludo!

25 agosto, 2008

Chocolate espeso


Hoy me he despertado algo espeso. La cabeza no funciona del todo bien y eso a la larga repercute en todo el cuerpo. El día se me hace eterno desde el minuto 1 y no veas la de minutos que han pasado desde entonces.

¿Qué se hace en un día en el que no tienes nada que hacer? Pues lo de siempre, picar. Picar entre todas aquellas cosas que de normal no haces, pero que siempre has querido hacer. Pruebas con una, a ver si se te despierta la curiosidad y te animas a ello: nada. Pruebas con la siguiente, recordando cómo hace un par de días te quejabas de que nunca encontrabas tiempo para ello: más de lo mismo. Ya sabéis como sigue.

Si hiciera una lista con todas las cosas que puedo hacer podría llenar con facilidad un par de páginas de un libro. Miles de proyectos, ideas o la simple curiosidad por un tema en concreto discutido una vez durante una animada charla con los amigos. Si bien todos ellos me movieron por dentro alguna una vez ahora me dejan totalmente indiferente, peligrosamente indiferente. La modorra y la pereza me envuelven con sus brazos de hierro sin que yo oponga resistencia alguna.

Va siendo hora de que me desperece y despeje la cabeza. Hora de sincronizar la mente y el cuerpo. Y como conozco pocas maneras de hacerlo, bogo por la más sencilla: poner por escrito lo que pasa por mi cabeza. Hacer de este blog mi diario personal puede ser algo peligroso (ya lo he comprobado), pero me ayuda a sentar la cabeza durante estos tiempos de cambio continuo, me ayuda a despejarme y a ver claro tanto por adentro como por afuera.

"Las cosas claras y el chocolate espeso"

¡Un saludo!

24 agosto, 2008

Absenta a las 4 a.m.


Si fuese mínimamente normal a estas alturas estaría seguramente borracho. Y nada cuadraría mejor con las pintas que traigo ahora mismo: a las 4 de la mañana, la barba sin afeitar, desnudo de cintura para arriba, con una cara que echa para atrás nada más verla y sufriendo de mal de amores.

Los que me conocen saben que el tema amoroso nunca ha sido uno de mis fuertes. O por lo menos nunca ha sido uno de mis temas. La verdad es que llevo un tiempo queriendo ponerlo por escrito pero no hallaba el momento.

Hoy me he pasado la noche en casa, solo, viendo un par de pelis en la tele, picando sin parar de la nevera. Patético, ¿no es cierto? Me pregunto que diría cualquiera que me viese en ese estado. Qué diría ella.

Veréis, ella (estoy dormido, pero no tanto como para decir su nombre aquí)... bueno, digamos que la conocí hace poco. Una chica majísima. Tal vez no sea objetivamente la más bonita del mundo, pero para mí no tiene tacha alguna. El problema viene cuando se descubre que ya tiene novio (un chico excelente también, aunque a veces sueñe con verle lejos), y que no es el primero. Si algo tiene esa chica es experiencia en el terreno del amor, cosa de la que yo carezco en absoluto. Podría decirlo de mil maneras distintas, a cada cual más descorazonadora y dolida, pero por resumir: no soy su tipo. Pasarán cientos de chicos frente a ella antes de que se fije en mí. Y lo he asumido, creedme cuando os lo digo, y no le culpo. Yo también lo haría. Pero el corazón no atiende a razones y duele aunque no quiera.

Ahora viene a mi cabeza una frase recurrente tanto en el cine como en la literatura, normalmente dicha por el malo de turno con el objetivo de robar la esperanza. Esta vez, en cambio, hablamos del mundo real y aquella frase toma nuevo sentido: "Si la quieres la dejarás ir".

¡Un saludo!

22 agosto, 2008

Limón y azúcar a partes iguales


Hace un par de noches que pasamos con unos amigos por una sala de cine de mi ciudad para ver una película (cuál fué no viene ahora a cuento). Alguno venía con un hambre de perros, por lo que nos vimos obligados a pasar por la tienda del cine antes de pasar por la taquilla (quien puede resistirse a unas palomitas). El encargado del local que nos atendió no se diferenciaba mucho de otros dependientes que yo haya visto en mi corta vida. Vestía una camiseta negra y unos vaqueros holgados y con una cara que, como he podido comprobar, es de esas que se olvida pronto.

Yo, ingenuo que soy, pedí una de palomitas medianas (me arrepentiría más adelante de ello) mientras el resto hacían lo propio con sus pedidos. Hasta aquí todo dentro de lo normal, lo previsto y lo esperable. En la mayoría de los casos cuando uno paga el tendero le dedica un "muchas gracias" o un "vuelva pronto" con voz cansada y estandarizado. Casi entra dentro del cánon de lo que debería ser un dependiente de tienda de palomitas.

- Gracias - dijo con una sonrisa, casi risa, en la cara - venga, a pasarlo bien y a ser felices.

Puede sonar algo estúpido o exagerado, pero a mi me chocó oír esas palabras en boca de aquel hombre. Pocas cosas me hacen pensar en el momento en el que ocurren y esta fué una de ellas (podéis hacer chistes sobre esto si queréis, no me importa). Durante mi vida sólo 3 personas me han deseado expresamente que fuese feliz: mi madre, mi mejor amigo y el tendero de la tienda del cine. No hay por qué decir que aquél tipo me cayó bien desde un primer momento.

Por experiencia personal (que no es mucha) sé que decir a alguien que sea feliz no es cosa de estándares ni algo habitual. No hay una frase hecha que exprese ese sentimiento y ese deseo. Las veces que lo he dicho (directa e indirectamente) he tenido que pararme un momento a buscar dentro de mí las palabras adecuadas. Tal vez en busca de la felicidad que uno pueda aún guardar en su interior o tal vez en busca del deseo sincero de esperar todo lo bueno para aquella persona en concreto. Entonces, cuando lo dices, notas que ese mensaje no va sólo dirigido a esa persona, sino que es un recordatorio para tí y para el resto de que, si se quiere, se es feliz.

- ¡Gracias! - dije yo con una sonrisa bailando en mis labios que me acompañó todo el camino hasta la sala.

21 agosto, 2008

Dos aspirinas y vaso de agua


Hoy me duele la cabeza horrores. No es uno de esos dolores de cabeza que te dan cuando pillas una gripe, ni de esos que hay que aguantar después de una larga noche de diversión, sino uno de "esos" dolores. Un dolor de cabeza que te indica que algo va mal contigo, tanto por fuera como por dentro, como si el cuerpo, falto de otro medio de expresión, llamase tu atención ante algo tan evidente que hasta tú mismo ignoras dándolo por consabido.

He pasado de las aspirinas y me he sentado frente a la pantalla de mi ordenador. Estoy solo en casa y el silencio no sé si me ayuda o me inoportuna al escribir. A través de la ventana apenas se ve el cielo (anoche la luna pasó hermosa por ahí) y la cabeza se me va sin quererlo hacia mis amigos y mi familia. Doy gracias por lo que tengo, ahora que puedo.

El dolor de cabeza remite conforme escribo estas palabras. La verdad es que me siento algo solo, pero he ahí la paradoja: sé que no estoy solo. El corazón a veces juega con uno, tal vez para comprobar hasta que punto somos capaces de aguantar. Esta vez aguantaré el tirón, si eso, pensando en lo que me espera, fantaseando con un futuro feliz para así calmar el corazón inquieto.

Que gracia: al final no era un dolor de cabeza, sino de corazón...

Infusión de té y manzanilla

Bien, como todo el mundo sabe no soy ni un gran hombre ni un chaval estupendo. A lo sumo puede que sea un niño grande, un joven con ganas de ser mayor y de hablar con los suyos de tú a tú sin sonrojarse.

No escribo aquí para demostrar a los demás que puedo y quiero escribir (quién diría que mi gran sueño es ser escritor), ni siquiera para demostrármelo a mí mismo. Si escribo es para poner la verdad negro sobre blanco y blanco sobre negro.

Si algo he aprendido durante este último año es que el decir las cosas, aunque sea rápido y mal, marca la diferencia con el no decirlas. Por eso mi intención hoy aquí es poner por escrito, o sea, expresar todo aquello de lo que siquiera trato en mi fuero interno, aquello que me da vergüenza decir y aceptar, dado que aún sigo siendo aquel niño que quiere ser mayor sabiendo que aún le falta tiempo para serlo.

Podría acompañar este escueto mensaje con alguna imagen enternecedora, con la foto de alguna sonrisa de revista o quizás con la pintura abstracta de un atardecer, pero me limitaré a dejar esto tal y como esta, tal y como es: un mensaje simple (que no sencillo) que se lee si se quiere.

Como el agua en tiempos de lluvia: te deja indiferente.