25 agosto, 2008

Chocolate espeso


Hoy me he despertado algo espeso. La cabeza no funciona del todo bien y eso a la larga repercute en todo el cuerpo. El día se me hace eterno desde el minuto 1 y no veas la de minutos que han pasado desde entonces.

¿Qué se hace en un día en el que no tienes nada que hacer? Pues lo de siempre, picar. Picar entre todas aquellas cosas que de normal no haces, pero que siempre has querido hacer. Pruebas con una, a ver si se te despierta la curiosidad y te animas a ello: nada. Pruebas con la siguiente, recordando cómo hace un par de días te quejabas de que nunca encontrabas tiempo para ello: más de lo mismo. Ya sabéis como sigue.

Si hiciera una lista con todas las cosas que puedo hacer podría llenar con facilidad un par de páginas de un libro. Miles de proyectos, ideas o la simple curiosidad por un tema en concreto discutido una vez durante una animada charla con los amigos. Si bien todos ellos me movieron por dentro alguna una vez ahora me dejan totalmente indiferente, peligrosamente indiferente. La modorra y la pereza me envuelven con sus brazos de hierro sin que yo oponga resistencia alguna.

Va siendo hora de que me desperece y despeje la cabeza. Hora de sincronizar la mente y el cuerpo. Y como conozco pocas maneras de hacerlo, bogo por la más sencilla: poner por escrito lo que pasa por mi cabeza. Hacer de este blog mi diario personal puede ser algo peligroso (ya lo he comprobado), pero me ayuda a sentar la cabeza durante estos tiempos de cambio continuo, me ayuda a despejarme y a ver claro tanto por adentro como por afuera.

"Las cosas claras y el chocolate espeso"

¡Un saludo!

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