24 agosto, 2008

Absenta a las 4 a.m.


Si fuese mínimamente normal a estas alturas estaría seguramente borracho. Y nada cuadraría mejor con las pintas que traigo ahora mismo: a las 4 de la mañana, la barba sin afeitar, desnudo de cintura para arriba, con una cara que echa para atrás nada más verla y sufriendo de mal de amores.

Los que me conocen saben que el tema amoroso nunca ha sido uno de mis fuertes. O por lo menos nunca ha sido uno de mis temas. La verdad es que llevo un tiempo queriendo ponerlo por escrito pero no hallaba el momento.

Hoy me he pasado la noche en casa, solo, viendo un par de pelis en la tele, picando sin parar de la nevera. Patético, ¿no es cierto? Me pregunto que diría cualquiera que me viese en ese estado. Qué diría ella.

Veréis, ella (estoy dormido, pero no tanto como para decir su nombre aquí)... bueno, digamos que la conocí hace poco. Una chica majísima. Tal vez no sea objetivamente la más bonita del mundo, pero para mí no tiene tacha alguna. El problema viene cuando se descubre que ya tiene novio (un chico excelente también, aunque a veces sueñe con verle lejos), y que no es el primero. Si algo tiene esa chica es experiencia en el terreno del amor, cosa de la que yo carezco en absoluto. Podría decirlo de mil maneras distintas, a cada cual más descorazonadora y dolida, pero por resumir: no soy su tipo. Pasarán cientos de chicos frente a ella antes de que se fije en mí. Y lo he asumido, creedme cuando os lo digo, y no le culpo. Yo también lo haría. Pero el corazón no atiende a razones y duele aunque no quiera.

Ahora viene a mi cabeza una frase recurrente tanto en el cine como en la literatura, normalmente dicha por el malo de turno con el objetivo de robar la esperanza. Esta vez, en cambio, hablamos del mundo real y aquella frase toma nuevo sentido: "Si la quieres la dejarás ir".

¡Un saludo!

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