01 enero, 2009

Copas vacías y marcas de carmín


Ya ha pasado todo. Dos o tres días de fiesta junto a la familia y los seres queridos celebrando el fin de un año y el comienzo de otro. Muchas cosas en que pensar y pocas en las que haya puesto la cabeza. Mucho ruido por estas fechas. Y tal vez nunca (y fijaros que digo nunca) me he planteado estas fechas como algo distinto al resto del año. Siempre me he dicho "¿qué tiene este día que no tengan los demás? ¿qué lo hace tan especial?" Pasaba un año como una lágrima bajo la lluvia y me daba igual.

Tampoco quisiera decir que en esta ocasión me haya embarcado en un profundo y sesudo monólogo interior sobre el asunto (ya me gustaría a mí, no creáis), pues, aunque esta vez lo he meditado, no puede decirse que me lo haya tomado muy en serio (aun quedan muchos años, peldaños, por delante).

La gente suele hacer repaso de lo que ha sido el año para ellos o hace propósitos para el año en ciernes. ¿Y yo? Repaso, lo que es repaso, poco. Apenas recuerdo lo que cené ayer como para recordar todo ocurrido durante el último año. Coñas malas aparte, este año que se va no sabría calificarlo de ninguna manera concreta. Si por mí fuera diría que este ha sido tanto el mejor como el peor año de mi vida. Así son las cosas. Ya me gustaría a mí repetir un 2008, aunque no me entristece su marcha. No creo que cambiase muchas cosas de las que he hecho. Más bien aprovecharía para hacer más, si me diese la vida.

Ahora le toca el turno a un nuevo año. Nunca he sido ave de buen agüero (podríais jurarlo y no juraríais en falso), por lo que me reservo el derecho a augurar de mala manera sobre lo que se nos viene encima. Espero, eso sí (al futuro sólo se le puede esperar, es lo que tiene), que el 2009 sea un año de esos que se recuerdan toda la vida. Un año memorable. Este nuevo año que entra tendrá que peleárselo mucho para desbancar al que se va, pero no pierdo la fe en que el futuro guarda aún muchas sorpresas interesante. Tal vez no todas gratas, pero sorpresas al fin y al cabo, que es lo que cuenta.

Como conclusión: el pasado es historia, el futuro un misterio, y el presente un regalo que se nos da (por eso le llaman "presente").

¡Un saludo!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí nunca me gustaron las sorpresas, soy de esas personas a las que le gusta tenerlo todo bajo control. Pero en la vida no se puede controlar todo.

Que este año esté lleno de vida, de todo.

Unknown dijo...

PARA ETERNA:
Las sorpresas nos recuerdan precisamente eso: que no podemos controlarlo todo. Y eso me hace sentir vivo.

Un año lleno de vidas. ^^

Pablo dijo...

Javi, haremos que este año sea la repanocha para tod@s. Y no creas que no me he dado cuenta de que usaste el título que te sujerí en la entrada aquella. Muchas gracias!

Unknown dijo...

PARA PABLO:
Estoy seguro de que este será un año especial para todos. O por lo menos eso espero. ;p