
Lo dicho, durante estos días uno se pone reflexivo y no hay quién o qué que lo saque de ese estado. Podéis vituperarme todo lo que queráis, llevarme la contraria, humillarme en público (osea, aquí) al conseguir rebatir mis argumentos con razones algo más y mejor pensadas que las mías. Aún así, sabiendo que puedo ser objetivo de vuestras más sanguinarias buenas intenciones, me arriesgo a explicaros mi modo de ver la vida. Aquí tenéis mi yugular. Atacad con todo el cariño.
La verdad es que nunca antes me había encontrado impreso en un libro una idea loca que desde siempre ha rondado por mi cabeza. Esa idea no es otra que la idea del "destino". Los que intentamos escribir usamos a veces esta palabra con demasiada facilidad. "El destino es algo contra lo que se puede luchar", "el destino te lo montas tú", "no se puede luchar contra el destino", "estar con él/ella es tu destino", "el destino cual...", "el destino tal..." Seguro que muchas veces habéis oído cosas así o del mismo corte.
¿Y yo que pienso del destino? Si bien tengo una idea bastante clara sobre lo que es el destino ponerlo por escrito no es cosa sencilla (menos en una sola entrada). Bien sabéis alguno que lo mío no es la semántica lógica (puedo llamar a las cosas de las maneras más extravagantes y locas). El destino del que hablo, mi destino, no tiene nada que ver con el hado o el sino. Mi destino no está escrito, o por lo menos no como éstos. Yo soy quien decide en mi propia vida y soy yo quien escoge un destino y el camino a seguir.
Pocas veces me veréis mostrar indicios en lo que hablo o en lo que escribo de mi (aún penosa) religiosidad, pero si voy a hablar de destino tengo que hablar de Providencia y esta palabra echa para atrás a la mayoría de la gente que conozco (alguna mirada rara seguro que acabo de generar). Somos gente seria (XD) así que supongo que no habrá problema alguno en que siga por estos derroteros.
Como iba diciendo hablo de destino, hablo de Providencia y hablo de azar. Y creo en las tres, pese a que alguno me pueda decir que es imposible. Ninguna de las tres se enfrenta a la otra de manera directa y no hay en una algo que me haga dudar de la otra.
"La vida es como un libro de elige tu propia aventura. Tú decides tu destino y que camino tomar para llegar a él" rezaba la frase. Y no le quito ni una palabra. La vida es un libro. Un libro ya escrito, es cierto, pero sobre el que tenemos control absoluto del paso de las páginas. Hacia adelante, hacia atrás. Saltamos de página en página en el libro de la vida.
El libro está escrito, si, pero aún no hemos terminado de leer todos sus capítulos. Nosotros somos los personajes y la Providencia (mi personal y querido azar) es quien escribe. Nosotros elegimos nuestro camino, pero no somos nosotros quienes lo creamos. Y, pese a lo que algunos crean, existen más finales felices que tristes en el libro de nuestra vida (el escritor ha sido generoso). Sólo si elegimos voluntariamente mal entre las opciones que se nos ofrecen acabaremos con ese FIN prematuro que a nadie gusta ver, donde el protagonista comete ese último gran fallo y dónde ya no queda opción a pasar de página.
Quítame la Providencia y echa por tierra todas mis ideas, que aún así acabaré por creer en la magia. Puede que sea poco sólido, puede que suene infantil, fantasioso o sumamente oscuro, pero al menos déjame creer en las coincidencias, pues son demasiadas como para no saber que existe una razón para todo y que por algo he escrito esto y tú lo estás leyendo.