25 noviembre, 2008

Infusión de frutas del bosque


Objetivamente no tengo nada de que escribir en esta mañana de otoño. Las primeras nieves han cuajado en los montes que rodean mi casa y el frío conmueve hasta las piedras de camino a la uni. Tal vez sea el momento de mirar por la ventana y echar un vistazo al mundo. La pantalla de un ordenador, pese a que en algunos momentos pueda parecerlo, no es una ventana al mundo, sino un espejo o un cristal ahumado.

Desde el aula de portátiles se observa con cierta dificultad el camino que rodea la universidad. La gente pasa, bien despreocupadamente, bien con las prisas de llegar tarde a clase (bendito horario el nuestro). Todos se me hacen parecidos o hasta iguales, pero bien sé que no es así. No puedes juzgar a un libro por su portada... pero nadie ha dicho nada de la primera página. Los rostros de la gente son muy reveladores, bien me lo han repetido desde pequeño: "la cara es el espejo del alma". Tal vez no puedas juzgar a alguien por la ropa que viste, las cosas que compra, la música que escucha o ante sus primeras reacciones, pero indagar (leer) en la cara de las personas nos revela detalles que en un primer encuentro pueden ocultarse a la vista de cualquiera.

Siempre he tenido una idea loca en la cabeza: ¿Qué hubiera pasado si mi vida hubiera sido diferente? ¿mi cara seguiría siendo la misma o reflejaría de alguna forma ese nuevo modo de vivir? ¿y si hubiese sido adoptado? A veces no es lo que haces sino lo que ves lo que configura los rasgos de tu rostro. Quién sabe.

No diré que centréis vuestros primeros encuentros con una persona en el escaneo minucioso de su cara, pero sí que os recomiendo que practiquéis esto con vuestros amigos. Comprobad que lo que conocéis de ellos concuerda con sus rasgos y, si hay rasgos que os inquietan, preguntaros a qué puede deberse (conocer a los padres de la parsona a veces echa por tierra este tipo de ejercicios, pero uno se lo pasa bien, que queréis que os diga). La forma de los ojos, de los labios, la nariz o incluso el peinado son producto bien de constumbres, manías o de un carácter especial. Lo dejo a vuestro libre albedrío. Una foto vuestra me basta para conocer alguna que otra cosilla sobre vosotros.

Para no tener nada que escribir no ha estado mal del todo.

¡Un saludo!

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