07 septiembre, 2008

Sabe a... Mountain Dew


Una de las ventajas de madurar (entre otras muchas) se encuentra en la extraña capacidad que adquiere uno para admirar la compleja profundidad de las cosas que ocurren a su alrededor. Una persona inmadura nunca llegará a comprender del todo lo que le ocurre y tirará de explicaciones simplistas y poco convincentes para darle un mínimo de sentido a su vida. Puede que aún no sea un hombre maduro, pero el poder observar día a día como crezco y como lo hacen los demás es una afición gratificante a la que vengo enganchado desde hace un tiempo.

En la vida de uno, como en todo, hay momentos de relativa paz y momentos de cambio. Los cambios normalmente son violentos (o por lo menos así lo son aquellos cambios dignos de recordar) y amenazan con hacer tambalear los cimientos del estilo de vida que llevamos. Una vez acabado el cambio es posible comprobar la resistencia de nuestras convicciones, hacer revista de lo que se ha mantenido en pie y de admirar aquello nuevo sobre la vitrina.

Para entender lo que voy a decir hace falta un mínimo de subjetividad e imaginación. Posiblemente a ojos ajenos esto pueda parecer un dato curioso, una mera anecdotilla, pero para mí simplemente ha sido una experiencia enriquecedora. Seguramente para otros tantos aún más. No os voy a contar la historia concreta (tardaría demasiado y realmente no aportaría nada), sino que daré mi punto de vista sobre el asunto.

Lo primero que deberíais saber es que este verano me ha cambiado profundamente, o eso creo. Tal vez siga haciendo las mismas frikadas que hace 3 meses, pero la visión que tengo de mi vida y la de los demás ya no es la misma. Durante este verano me he visto obligado a congeniar con gente a la que por otro motivo no le hubiese dirigido la palabra en mi vida. Más bien, me he visto obligado a HABLAR, cosa que por lo general no suele salirme así de natural. Y digo obligado no porque tuviese a alguien sobre el hombro velando por que hiciese mi parte, sino porque mi propio bienestar y diversión dependían en gran parte de ello.

Por otro lado me he abierto a alguien a alguien por primera vez en mi vida. Para un tipo como yo sincerarse con otra persona es tarea harto difícil, pero con algo de ayuda he sido capaz de hacerlo y no veáis lo bien que me ha sentado. Volveré a hacerlo si me dais una oportunidad.

He aprendido también en carne propia lo que es el dolor del corazón. Por A o B motivos he tenido que aguantar situaciones que nunca había experimentado en mi vida, las cuales me han abierto los ojos a la verdadera naturaleza de las personas. Nada de tópicos, nada de encasillamientos. He visto la complejidad de las personas cara a cara y para ello hay que estar verdaderamente preparado.

Compartir el dolor y la alegría con los demás también ha sido un añadido más a estos meses revueltos. Escuchar a los demás y tomar la iniciativa para ayudarlos me ha hecho ver la pasta de la que todos estamos hechos. Puede que un servidor haya cambiado, pero la verdad es que eso no me toca decirlo a mí, sino a los demás. Espero que una vez acabado esto puedan decirme que soy más amigo de mis amigos y que estoy un poco más cerca de ser un tío normal.

¡Un saludo!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Has cambiado, y agradezco haber estado ahí para verlo, y agradezco más todavía poder leerlo.
Cuánto me gusta lo que escribes, cada vez más.

Unknown dijo...

Un honor leer estas palabras de tus manos.

Espero poder algún día igualar esa soltura y arte con la letra, maestra. ;p