
Todos sabemos de alguien que, en algún momento de nuestra vida, acabó por salir de ella de manera más o menos traumática. Un ligero adiós o una emotiva despedida separó nuestro camino del de esa persona. Puede que incluso no pudiéramos despediros siquiera y nos duela aquella última falta de cariño. Puede también que aquella última despedida fuese gratificante para ambas partes, pues los dos estábamos mejor el uno sin el otro.
Todos sabemos de alguien que se ha ido. Cruzar una frontera, mudarse a un barrio nuevo, vivir a dos manzanas pero no cruzar palabra porque sabes que vuestras vidas se distanciaron definitivamente, morir para alguien, morir para el mundo o simplemente morir. Y aunque quisiera negarlo diciendo que no es cierto, que es posible que no sea así, me veo en la obligación de afirmarlo: por mucho que lo jures, prometas y perjures, nunca podremos decir “siempre estaré ahí”. La vida nos guarda muchas sorpresas, algunas agradables y otras no tanto, y, como sorpresas que son, nunca podremos estar del todo seguros de qué ficha se moverá a continuación.
En mi vida hay muy pocos “adioses” pero muchas despedidas. En mi colección de huidas y soledades ha habido de todo: desde emotivos viajes sin retorno, hasta alguna despedida silenciosa, pasando por abandonos intencionados y esperas interminables. Mucha gente ha pasado por mi vida, la mayoría haciendo más bien que mal, y muchos han acabados en el fondo del pozo de mi olvido. He tenido que despedir y he sido despedido, sobre todo esto último.
Las despedidas nunca han sido tan dolorosas como ahora. Será tal vez que me he reblandecido con los años o que la gente me cala cada vez más hondo, pero no puedo reprimir de vez en cuando una lágrima pensando en aquellos que una vez estuvieron allí y ya no están conmigo.
Sé de buena fe que es inevitable que yo también acabe despidiéndome y saliendo de la vida de unos cuantos. Pasará el tiempo y con él las cosas volverán a cambiar como siempre lo han hecho. Me tocara decir adiós un par de veces y me dirigirán también algún hasta siempre. No es mi deseo, pero así son las cosas.
Y no seguiré escribiendo más en este sentido. Si bien el futuro no debe preocuparme, sí que debe ocuparme. Una vez sea el momento podré poner manos a la obra. Por ahora, con vuestro permiso, me limitaré a agradecer de todo corazón a los que ahora formáis parte de mi vida. Procuraré aprovechar vuestra compañía todo lo que me sea posible.
Gracias por estar ahí.