
Darse por completo, descargando el corazón con cada roce. Saltar de alegría y encogerse de miedo. Luchar contra la propia conciencia, dándole por fin a entender quién es el que manda aquí.
En ocasiones las cosas de la vida vienen sin avisar y con apenas tiempo para estar preparados. Situaciones que (gracias a Dios) escapan a nuestros planes previstos y ante las cuales hoy me siento obligado a hacer una reverencia. El destino ha sabido darle más sabor si cabe a esta existencia vacía, haciendo que uno se cuestione los mismísimos límites de la vida.
Y como un niño pequeño me acerco, temeroso. Las cosas nuevas, como las viejas, conviene tratarlas con limpia inocencia. Las dudas acucian por ambos lados y requieren de un movimiento valiente hacia adelante. Para crecer, para mejorar, para avanzar y para llenar el corazón conviene a veces bajar un escalón y mirarse a los ojos de cerca.
P y J, libres ya de cualquier atadura, han hecho un trato: no más turnos. Ésta persona, antes medio-hombre, quiere hoy ser hombre completo. Cada parte aprenderá de la otra en lo que pueda. El príncipe de los mares quiere pisar tierra y conocer lo que pueden aportar los dos mundos, donde se mezclan el olor a mar y el olor a madera.